El cine llega a Murcia el 19 de agosto de 1896. La primera proyección se realiza en un local de la calle Trapería, con la exhibición del llamado 'fotoanimógrafo', que escenificaba el paso de un ejército, aunque habría que señalar que la presentación de este nuevo invento no parece provocar un especial impacto en la alta sociedad murciana de la época, debido en parte al desinterés de la prensa. La crítica ve la tecnología como una mera extensión de la fotografía y aún no se vislumbran las posibilidades artístico-empresariales y de ocio.
Sin embargo, dos sucesos posteriores tienen gran relevancia. En primer lugar, la llegada del cine a Cartagena con una gran aceptación. Este nuevo espectáculo se presentó en el barracón instalado en la Plaza Santa Catalina, en marzo de 1898. En segundo lugar, el incendio del Teatro Romea de Murcia, principal centro de ocio de la capital. Este dramático suceso acaecido el 12 de diciembre de 1899 da un nuevo impulso a espectáculos alternativos. Así, en la capital, queda establecido durante esta época un importante centro artístico cultural formado por las actividades de exhibición en tres emplazamientos próximos: la plaza del Romea, la plaza Santo Domingo y el Teatro Circo Villar.
De forma paralela a la expansión del servicio eléctrico comienzan a implementarse cines en salas de teatro, lo que ofrece un servicio continuo más asentado que los anteriores 'barracones' en ferias y fiestas locales. En 1905 ya existen cinematógrafos en Lorca (Palacio Luminoso), Orihuela (barracón del señor Cámara), Cartagena (barracón de los hermanos García) y Águilas (barracón de los hermanos Pradera).
Esta confusión entre los términos cinematógrafo, que designa el aparato proyector y la sala de exhibición o cine continuará durante años, mientras coexisten teatros y barracones. No es hasta 1910 que podemos dar por terminada esta etapa de transición donde los cines quedan asentados en edificios con función específica y, probablemente, no será hasta una década después que podemos considerarlo un espectáculo autónomo.
Los hermanos García
Según los datos aportados por diversas fuentes, Rafael, Pedro y Juan García Molero fueron los exhibidores autóctonos más importantes de la región hasta finales de la década de los veinte. Su actividad abarcó las ciudades de Murcia y Cartagena y, en menor escala en localidades como La Unión, Portmán, Cehegín y Mula. Inauguraron el primer cine de Cartagena en 1907 en la calle Honda, diseñado por el arquitecto Tomás Rico, autor también del prestigioso Teatro Circo de Cartagena. Hasta su retiro, debido a la crisis económica de 1929, fueron reconocidos empresarios de cine y otros espectáculos de variedades, con un desarrollado sentido e inquietud empresarial.
La lenta llegada del cine sonoro
Al ser una tecnología en constante evolución, muchos fueron los artefactos que llegaron a Murcia con el propósito de aportar sonido a las historias cinematográficas. Tímidamente, se fueron dando los primeros ensayos en el Teatro Circo Villar (Murcia) en 1901 (Fonobiograf) y 1906 (Electrocronófono-cantante). Debido a su escasa eficacia, estos inventos convivieron con otros sistemas clásicos como los “explicadores”, y las interpretaciones musicales.
De manera definitiva las proyecciones sonoras comenzaron mucho más tarde, en octubre de 1930, también en el Teatro Circo Villar. El Cinema Iniesta (antes Media Luna), proyecta el 14 de enero de 1932 la cinta El Presidio (1930) de Ward Bond. El estreno de esta obra fue muy popular debido a su protagonista, el murciano Pepe Crespo. Así comienza un proceso de expansión según el cual, de manera gradual, todas las salas de la Región van adquiriendo equipamientos sonoros. Un proceso que no puede darse completamente por terminado hasta mediados de la década de los 30.
Las salas más emblemáticas: La Empresa Iniesta S.C.R y su programa (1927-1939)
En 1927 se constituye la sociedad que abarca la explotación del negocio del cine y el teatro, distribuyendo a través de Verdaguer en Murcia, Almería y Albacete. En Murcia incluye el Teatro Circo Villar, los cines Media Luna Cinema (más tarde, Cinema Iniesta) y el Teatro Ortiz. En su programa fueron incorporados más tarde el Sport Vidal (Barrio de San Andrés) y el Popular (Barrio de San Juan), lo que le sitúo en al borde del monopolio cinematográfico hasta su declive en los 60.
Fuera de la capital, y en su época de mayor esplendor (1927-39), los Cinema Iniesta contaban con numerosas sucursales, adquiridas tras la compra de locales que eran ya cines en pleno funcionamiento. Ése fue su sistema de expansión en las poblaciones de La Alberca (1935), Alcantarilla (tres salas que incluían la Terraza de Verano y Cine Mercantíl, 1935), Alhama (1936), Archena (1937), Beniaján (Salón García, 1931 a 1933), Bullas (1936), Cieza (Teatro Borrás, 1932 a 1933), Mula (dos salas en 1935, Ideal e Iniesta) y Santomera (1923).
El imperio formado por los Iniesta, hasta su división en la década de los 60 y su posterior adquisición por una empresa catalana, limita uno de los episodios más importantes del espectáculo cinematográfico en la Región de Murcia. Su importancia no se debe a la normalización de una tecnología de emisión (como decíamos el equipamiento de cada sala era diferente, siendo el sonoro sólo una norma a partir del año 1933), sino a su relevante papel en la popularización del medio cinematográfico que cubrió la etapa clave de paso del cine mudo al sonoro. Así, por ejemplo, debido a sus relaciones con la distribuidora Verdaguer, se producen las primeras visitas promocionales de cineastas de relevancia nacional e internacional a Murcia, como José Crespo (1932) o Pitouto (uno de los protagonistas de La Casa de la Troya, 1924) que promocionó una película sobre las fiestas de Primavera, en 1928. Además el grupo empresarial tuvo un papel determinante en la distribución de la primera película de ficción rodada con capital murciano: La jaca lucera (Luis Baleriola, 1926), obra inspirada en un poema de Jara Carrillo que recoge diversos paisajes del Segura y que fue proyectada en sus cines desde 1927 a 1937.