El artista en todo su esplendor [Blanca_Antonio Yelo]
El artista en todo su esplendor

Antonio Yelo Cano, Blanca-1957

De la fascinación infantil a la trágica frustración

El pintor blanqueño Antonio Yelo Cano ya mostraba de pequeño las facetas que le harían años más tarde un artista reconocido. En la más tierna infancia le gustaba mucho dibujar, sobre todo copiar los dibujos de los libros de texto, aún más si eran de historia.

Cada vez que viajaba, ya fuese en automóvil o ferrocarril, los paisajes por los que pasaba se convertían en el objetivo perfecto de su imaginación, pues los pintaba mentalmente realizando las mezclas cromáticas en su cabeza.

La oportunidad de dedicarse profesionalmente a su afición le llegó cuando partió a los dieciocho años rumbo a Cartagena y se presentó en el estudio de Enrique Gabriel Navarro y Ramón Alonso Luzzy con el fin de prepararse para la Escuela de Bellas Artes de Valencia.

Su ímpetu era tal que nada más llegar pensó que pronto empezaría con unos pinceles, unos tubos de óleo y un lienzo a pintar sin demora, sin saber que el resto de alumnos que allí recibía clases, estaba ya varios meses de sesiones.

Esta fue la razón por la que en un principio lo único que hacía era dibujar y dibujar hasta el punto que pensó que le habían cogido manía y no servía para otra cosa.

Pasado un año de estar allí se presentó en Valencia con el fin de ingresar en la Escuela de Bellas Artes, pero no pasó la prueba de acceso.

Corrían los años de la transición política en España tras la muerte del General Franco y la dificultad de los tiempos le empujó a estudiar una carrera, concretamente Magisterio. Sin embargo, Antonio no se rindió y pensó en volver a intentarlo de nuevo con la pintura una vez acabada la carrera.

Su labor como autodidacta y el éxito final

Empeñado en su fascinación por la pintura comenzó su labor como autodidacta, la cual consistía en estudiar arte por su cuenta, visitar exposiciones regularmente, mantener el contacto con otros amigos pintores y, por supuesto, seguir pintando.

De esta manera fue conociendo las técnicas pictóricas a base de echarle muchas horas al estudio y sobre todo práctica, pues nunca dejó de pintar, especialmente por la noche.

Fueron muchos los amigos y gente que le animaron a exponer sus obras, aunque este blanqueño siempre ha reconocido que le ha sido indiferente porque no vive de ello, aunque si constituyen un gran motivo de orgullo personal.

El gran momento llegó en abril de 1998, cuando expuso las obras que durante tantos años había pintado en silencio en la Biblioteca Municipal de su pueblo natal de Blanca. Se trataba de una gran colección de acuarelas que constituyeron un gran reto para este artista, pues en su pueblo la gente estaba muy acostumbrada a ver y disfrutar de la buena pintura de otros pintores locales de primer orden. Sin embargo, su obra fue del agrado de quines acudieron a deleitarse con ella, siendo desde entonces uno de los pintores a nivel regional más aclamado.

Actualmente compagina su trabajo como profesor de pedagogía terapéutica en un Instituto de Educación Secundaria en Cartagena con su afición a la pintura, a la que dedica algunas tardes, especialmente en su localidad de Blanca. Allí acude para pintar los paisajes que le vieron nacer.