Alegoría de Educación y Evangelio
Alegoría de Educación y Evangelio

Alegoría de Educación y Evangelio

Mural en acrílico sobre enlucido. (190 x 335 cm.). Año 1978.

Aunque este mural no forma parte del conjunto de los pirograbados de la Parroquia, en cuanto a la técnica y los contenidos, invité a Pepe Párraga para que lo ejecutara en honor a las actividades académicas que realizaban mis hermanos, los capuchinos, para que, de alguna manera, las actividades docentes y las pastorales que la Orden realizaba en ese amplio espacio junto a la, entonces, plaza del Generalísimo, estuvieran trenzadas con el arte de un artista eminente. Le sugerí a Pepe que  aprovechara el muro del fondo de la entrada principal del Colegio, y al fresco o con cualquier otra solución técnica que considerara adecuada, presentara en forma alegórica la vida del Colegio de los PP Capuchinos, y eso es lo que plasmó al hilo de su abierta creatividad. El mural asume el reparto representativo en un collage con líricos cercos que dividen y ordenan la suma temática, que comienza por fundir en el amplio ángulo superior de la izquierda en una mano que abre la presentación total de los módulos de la Parroquia y el Colegio enmarcados en los júbilos del azul celeste y de las formas vegetales de unos verdes contrastados y radiantes. En el derramado descenso de la izquierda desciende lo lúdico y lo docente que avizora un fraile con el magisterio de lecciones y prácticas laboratoriales pinzadas en un microscopio y una redoma estilizada, junto al laurel del trabajo que se da en premio; en el espacio que se cierra, isleño y ortocéntrico, el caudal de unas barbas vegetales proclama la titularidad del Colegio en la persona del rostro monacal tocado de capucha, aludiendo a la responsabilidad educativa sobre la muchachada, que muestran los tres adolescentes de la parte superior, entre el verde de los años y el crecimiento del árbol de la formación que debe ser modelado desde la infancia. Entre cromatismos azulencos y esmeraldas, el rostro pujante de un garzón con penacho de nativo de las montañas rocosas, suma la fuerza de los años jóvenes al sujeto de educación evangelizadora que los misioneros capuchinos realizaron desde siglos con el buen salvaje de los bosques amerindios.