Biografía
Antonio Rafael Martínez Muñoz. Cartagena, 1959.
Primeros años
Antonio Rafael Martínez Muñoz, nació en 1959 en Cartagena. Hijo de padres inmigrantes lorquinos, comenzó a vivir la primera etapa de su vida en el pueblo del Gorguel –zona, que fue por excelencia, minero-marinera–. Este pequeño pueblecito, situado entre Portman y Escombreras, le proporcionó los primeros contactos con los hombres de la minería y de la mar, ambos revestidos de esa cromática belleza tan particular.
A los cinco años de edad continuó su infancia en la barriada de Vista Alegre, realizando los estudios de bachiller y C.O.U en el Colegio de La Salle, (en el poblado de Escombreras).
Juventud
Hacia 1976, inició los estudios de Ingeniería Técnica en la Escuela Universitaria Politécnica de Cartagena, titulándose –en su primera promoción– como Ingeniero Técnico Naval en la especialidad de Estructura del Buque.
Estos años transcurrieron en el devenir de la ansiada democracia, manteniéndole sumido en sus primeros compases con la literatura, donde escribió algunos libros de poemas, entre ellos “Pompas de jabón perdidas” que presento al “Premio Adonais de Poesía”.
Madurez
Entre acto y acto de su particular teatro en la vida, contrajo matrimonio con Mª del Carmen García Ovejero –de carácter paciente y talante comprensivo–, y como fruto de esta unión fue el nacimiento de sus dos hijas: Irene y Alba.
Durante su nueva travesía profesional, el sector cementero y ejerciendo como técnico-comercial, le dio la oportunidad de viajar y de conocer a las gentes de casi todas las ciudades de España –desde el norte al sur y desde el este al oeste, incluida parte de Portugal–. Así, anduvo hasta finales de los años noventa, conviviendo y tratando de comprender y de asimilar las costumbres, filosofías, formas y las variopintas maneras del particular sentir de tantas personas que –allí donde estuviera– tan bien le trataran.
Ello contribuyó al despertar del escritor que siempre ha llevado dentro, haciéndole reventar la necesidad de escribir a primeros del nuevo siglo. Y fruto de todo esto –y de la inquietud de explicarles a sus hijas lo que había aprendido de las gentes, de la vida y de su mente–, es sin duda su primer libro: “Nuestro Dios, el hombre”, dónde pone al servicio de los lectores aquello que gratuitamente le regalaron todas las personas de buena fe y de gran corazón de toda España, y que no es ni más ni menos… que ese amor total que a todos –sin saberlo– nos acompaña.
Por último, comenta que seguirá en el oficio “sumergido” de la escritura… hasta que las fuerzas del universo le abandonen.