La modesta economía familiar

    Las familias huertanas eran modestas y humildes y trabajaban en la cría del gusano de seda, y como agricultores en las parcelas que rodeaban la casa huertana, dedicadas al cultivo de frutales y hortalizas.

    Los productos que obtenían de su trabajo los destinaban al autoconsumo familiar y los excedentes los vendían en los mercados.

    Normalmente, los huertanos no eran los propietarios de estas tierras, sino que las arrendaban durante toda su vida, pagando el rento cada 24 de junio, festividad de San Juan. Los animales y aperos de labranza eran su única propiedad. Algunos huertanos llegaban a pagar como alquiler la mitad de su cosecha.

    La matanza constituía un rito familiar celebrado en vísperas de Navidad y en el que, tras la limpieza general de todas las estancias de la casa, se procedía a matar al cerdo, engordado durante varios meses para este momento.

La repartición de las labores

    La mujer y los hijos pequeños se encargaban de las labores domésticas, el cuidado de los animales más pequeños y la producción de seda, que constituyó un importante complemento en la economía familiar entre los siglos XVII y XIX.

    El hombre y los hijos mayores cuidaban de los cultivos, la huerta y se ocupaban de las transacciones comerciales.

    El hijo menor era el que terminaba ocupándose de sus padres y de las tierras de cultivo, porque la hija se casaba y los hijos mayores debían buscar en arriendo casas de huerta o salir a la ciudad a buscar otros trabajos.