El grupo y la kábila constituyen la organización en la que naturalmente se inserta el cristiano y el moro, dando forma al cuerpo de las fiestas, convirtiéndose en un evento distinto al caballístico, pero que coexiste con el a la par.
Su manifestación en la calle es repetida todos los días de las fiestas. Siempre desfila un grupo compacto de cuarenta o más componentes.
Se trata de una especie de pelotón en formación de fondo que avanza inexorablemente y se exhibe, conjugando elegancia y vistosidad no exenta de cierto aire de fuera militar que nos sugiere que estamos en tierras de frontera medieval.
La fidelidad histórica en la adopción de los nombres de las kábilas y grupos cristianos, en los atuendos, insignias, estandartes, banderas, símbolos y músicas, nos sumergen en el recuerdo de tiempos heroicos y épicos.
