Fuerza, seguridad, belleza y profundidad se juntan con sus deseos carnales en un todo homogéneo dificil de separar. En Murcia se presenta una fría mañana de enero de 1266 dispuesto a someterla para entregarla a su yerno.

Su formación, como el mismo, es ambivalente: formado en la guerra y en la cultura, por los templarios y por los santiguistas. Pero además se basa en sus cronistas, en su cortejo, en sus caballeros (Blasco de Aragon, Beltran de Vilanova, Guillen de Rocafull).

Jaime mira la ciudad, con su aire atemporal y decide darle tiempo para que caiga en sus manos, sin preocuparse del nerviosismo de lso sitiados que sufren por el final de su forma de vivir y pensar.

Ajeno a estos sentimientos se retira a gozar de la vida y a verla transcurrir desde su atalaya, fisica y mental. Al final entra triunfante en la ciudad, con cierto pavoneo o controlado, intentando marcar cierta distancia entre los hechos y los pensamientos.