A lo largo de miles de años, antes de que se desarrollara la agricultura, los poblados cazadores y recolectores que se acercaban o vivían cerca del mar han incluido en su dieta crustáceos, moluscos y peces que capturaban en la orilla. El acceder a recursos más alejados de la orilla fue uno de los estímulos que propició la construcción de pequeñas canoas. El perfeccionamiento de los anzuelos, el uso de redes con nudos planos y el hilo de pescar fueron avances muy importantes que, junto con los avances en la construcción de embarcaciones, le permitió al hombre aumentar muy significativamente su capacidad de obtener alimento del mar. El siguiente salto cualitativo en la capacidad extractiva se produjo con la utilización de materiales modernos y resistentes en los utensilios de pesca, que permitió aumentar mucho su eficacia y duración, y con el gran desarrollo tecnológico que experimentó la navegación, que permitió llegar más lejos, detectar mejor y, sobre todo, poder conservar todo lo extraído (figura 1).

     El pescado es un alimento muy nutritivo y suministra casi el 25% de las proteínas de origen animal que se consumen en el mundo, constituyendo para muchos países en desarrollo un importante complemento de su dieta. Además, los recursos pesqueros son una importante fuente de empleo y de ingresos en casi todos los países.

     Actualmente se obtiene del mar más de 80 millones de toneladas de pescado al año, de las cuales hay todavía hoy una parte significativa que se dedica a fabricar harina de pescado para piensos, con la importante perdida energética que ello conlleva. Estas cifras de pesca, aún desde el punto de vista de las predicciones más optimistas, será difícil que sobrepasen los 100 millones de toneladas por año y se puedan mantener año tras año, siendo una falacia el considerar a los océanos como una despensa inagotable de proteínas. Si además se tiene en cuenta que el 70% de los recursos vivos del mar viven sobre las plataformas continentales y que estas sólo representan el 20% de la superficie total de mares y océanos, pudiéndose considerar al resto como enormes desiertos, dicha falacia puede conducir a una euforia explotadora sin ningún tipo de control, actitud que sería de nefastas e imprevisibles consecuencias.

     El mar Mediterráneo es un mar pobre en nutrientes, de estrecha plataforma continental en un alto porcentaje de su perímetro y de un accidentado devenir geológico, causas todas que explican su alta diversidad en especies pero con poblaciones de dimensiones reducidas (figura 2).

     Consecuencia de las características antes citadas es que la pesca en este mar tiene un fuerte carácter artesanal, ya que explota una gran diversidad de especies de alta calidad pero de baja producción. Es una actividad que se realiza mayoritariamente en la plataforma continental o en zonas no muy alejadas de costa, a las que se llega en pocas horas, teniendo un importante papel económico y social en las localidades que se practica (figura 3). Aunque el desarrollo tecnológico experimentado en las últimas décadas la ha hecho situarse en un nivel que va más allá de la pesca propiamente artesanal, aunque tampoco se la puede considerar como una actividad de carácter estrictamente industrial.

     Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el Mediterráneo se extrae 1,8 millones de toneladas de recursos del mar, entendiendo como recurso aquellas especies que tienen un interés comercial.

     El consumo habitual de pescado fresco en nuestra dieta hace que exista una fuerte demanda del mismo, demanda que no es capaz de atender la pesca local, y eso que la fuerte evolución tecnológica experimentada por la flota pesquera en las últimas décadas ha permitido que la eficacia de captura haya aumentado considerablemente.

     Una vez que llega lo pescado a tierra se inicia su comercialización para llevarlo hasta la mesa del consumidor (figura 4). Los productos de la pesca mediterráneos se dirigen íntegramente al consumo humano y llega a los puntos de venta, por la proximidad de estos, en las mejores condiciones de frescura para el consumo inmediato.

     La calidad de las especies explotadas comercialmente, las óptimas condiciones de frescura con la que se comercializa y una alta demanda no cubierta con lo obtenido del mar, son las razones de su alta cotización y su elevado precio de venta.

     Las características antes descritas han conducido a una sobrexplotación generalizada de los recursos pesqueros mediterráneos, encontrándose este mar en el grupo de las zonas más explotadas del mundo. Según datos del Consejo General de Pesquerías del Mediterráneo (CGPM) de la FAO, los recursos pesqueros de este mar están en situación de plena o de sobreexplotación y, aunque el descenso de las capturas que se experimenta ya hace tiempo y el mayor esfuerzo empleado para su captura ha encarecido significativamente la pesca, el alto precio que se paga por lo pescado hace que siga siendo rentable faenar en este mar.

     El sector pesquero murciano comparte todo lo comentado para el Mediterráneo. Según datos del Servicio de Pesca, en Murcia en 2008 se han extraído y pasado por lonja un total de algo más de 3 millones de kilos de peces y mariscos.

     Ante este panorama, lo que están demostrando todas las investigaciones recientes es que deben asumirse estrategias de desarrollo sostenible para las pesquerías pero también para su entorno biológico y el ecosistema en su conjunto, situación de la que dista todavía bastante la realidad actual del sector.

Juan Carlos Calvín