Se describen a continuación tres evoluciones diferentes de una población de peces como respuesta a tres situaciones de pesca también diferentes. La primera es una situación difícil de encontrar, una población no sometida a pesca alguna, la segunda, una población sometida a una pesca controlada, es la situación ideal para obtener el máximo sin dañar el medio pero que tristemente es poco generalizada y la tercera es una situación que desgarciadamente está muy generalizada, una población sometida a una pesca excesiva. Se debe partir de la segunda situación y complementarla con otras medidas, algunas señaladas a continuación, para poder llegar a una situación de pesca sostenible.

A. Población no sometida a ningún tipo de pesca

     En el medio natural cualquier población de peces está compuesta por individuos de todas las edades y tamaños, al estar muchas generaciones mezcladas (figura 1). Sobre dicha población actuará la selección natural, produciéndose, por tanto, una mortalidad que podemos considerar natural (depredación por otras especies, depredación por individuos mayores de la misma especie, falta de alimento, enfermedades, etc.). Esta situación se mantendrá generación tras generación, al estar la población en un equilibrio estable dentro de su hábitat. En dicha población, los individuos mas viejos y, por tanto, más grandes consumen mucho alimento y crecen muy lentamente. Por su parte, los juveniles siguen formando parte de la población y tienen oportunidad de crecer, hacerse adultos y poder reproducirse, si permanecen sanos, si no son comidos, y sobre todo, si encuentran suficiente alimento. Situación, esta última, que normalmente se produce cuando hay bajas entre los adultos.

     En cualquier población de peces del medio natural, las tallas menores pertenecientes a los individuos juveniles y, por tanto, sin capacidad reproductora, son las más abundantes, pero hay, a su vez, una presencia semejante de individuos adultos, entre los que destaca un importante número de especimenes viejos que han alcanzado los tamaños mayores de la especie.

     La perpetuación y el patrimonio genético de la especie está asegurado al ser casi la mitad de la población reproductores y al ser bastante abundantes las tallas más fecundas (figura 1).

B. Población sometida a una pesca controlada

     Cuando se empieza a pescar una población de peces se obtienen pescas abundantes de ejemplares de gran tamaño. Este nuevo tipo de depredación, la muerte por pesca, hace que se rompa el equilibrio natural existente hasta ese momento. La nueva situación ocasiona una serie de cambios en la composición de la población al variar la cantidad de individuos de los diferentes tamaños que la componen (figura 2). Efectivamente, el hueco dejado por los grandes adultos pescados es ocupado por juveniles que encuentran suficiente alimento para desarrollarse, llegar a adultos y alcanzar la madurez sexual. Es decir, se produce un proceso de rejuvenecimiento de la población.

     Si la depredación que ocasiona la especie humana, la muerte por pesca, se mantiene dentro de unos límites, se podrá alcanzar un nuevo equilibrio en el que la supervivencia de la especie está asegura generación tras generación y también, año tras año, la obtención de una importante cantidad de pesca, es decir alimento. Este equilibrio, donde la composición de tamaños o edades de la población asegura su supervivencia y a la vez se obtiene un rendimiento óptimo de la pesquería, se alcanza cuando solo se extrae entre un 30 y un 40% de los componentes de la población.

     En esta situación de pesca controlada, la perpetuación de la especie está asegurada por el número aún suficiente de reproductores dentro de la población, pero el patrimonio genético (huevos producidos) de la especie habrá disminuido de forma considerable, al ser los reproductores bastantes menos y las edades más productivas las más escasas. Es decir, la muerte por pesca cambia la cantidad y calidad de los huevos producidos por la especie y, con ello, las probabilidades de la especie de perdurar en el tiempo (figura 2).

C. Población sometida a una pesca excesiva (sobrepesca)

     Si la avaricia ciega al hombre e intenta obtener más pesca aumentando el esfuerzo pesquero, la población irá reduciéndose cada vez más y se irán pescando peces cada vez más pequeños, además de que costará cada vez más capturarlos (figura 3).

     Y así llega un momento en que lo que se está pescando son individuos juveniles e inmaduros sexualmente y que, por tanto, no se han reproducido. Es decir, la especie está sometida a una sobrepesca que la pone en peligro de extinción, pues, no la deja ni reproducirse (figura 3).

     De esta situación de sobrepesca sólo se puede salir dejando de pescar durante varios ciclos reproductores de la especie, con lo que se podrá recuperar la población, recuperación que será más o menos lenta dependiendo de la especie en cuestión y de la cantidad reproductores que hayan quedado sin pescar.

     El objetivo de la política pesquera común de la Unión Europea para el Mediterráneo es lograr un equilibrio entre la capacidad de la pesca y los recursos disponibles (situación B), reduciendo también al mínimo los efectos de las actividades pesqueras en los ecosistemas marinos. En esta línea, la reducción de la pesca es un requisito imprescindible para la recuperación de los recursos. Por otro lado, una pesca con futuro debe ser de lo más eficiente posible, reduciendo al máximo las capturas accesorias no deseadas y los impactos generados, agresiones de las que no obtiene ningún beneficio inmediato la actividad pesquera y que si le afecta negativamente a medio y largo plazo.

     De unos años para acá, los expertos coinciden en que los océanos deben gestionarse como ecosistemas, y no como simple despensa de la que la industria pesquera puede extraer recursos a su voluntad. También es bastante general la opinión de que se tiene que hacer valer más la opinión de científicos y conservacionistas en los diferentes Consejos que supervisan actualmente la pesca, una vez que se ha comprobado a donde nos conduce la actual prevalencia de los intereses del sector pesquero en los mismos.

     Además, los gobiernos deben reducir sus flotas y las autoridades pesqueras deben establecer cuotas y reglamentaciones más estrictas y hacerlas cumplir.

     Otro paso crucial debe ser la creación de grandes áreas marinas protegidas en mar abierto y de áreas marinas protegidas de superficie más reducida pero numerosas en el litoral costero. En este último caso, si las áreas son suficientes y más o menos equidistantes, dando lugar a una cadena de áreas protegidas, se habrían puesto las condiciones que facilitarán la recuperación de las especies explotadas por la pesca en todo el tramo costero entre la primera y la última reserva, ya que las especies podrán recuperar sus poblaciones dentro de los tramos protegidos y repoblar los tramos costeros próximos sin protección.

     La buena salud que tiene el ecosistema marino, sus recursos y la industria pesquera que los explota allí donde la gestión se hace con sensatez, debe tomarse como ejemplo de hacia donde conducirá la aplicación de las actuaciones antes señaladas.

Juan Carlos Calvín