Sus corrientes superficiales y sus mareas

     La climatología hace del Mediterráneo una cuenca de concentración. En efecto, la gran evaporación que vientos e insolación producen, junto con el insuficiente aporte de agua de los ríos y lluvias, origina un déficit hídrico crónico que se compensa con la entrada de agua atlántica a través del estrecho de Gibraltar.

     El agua que entra del Atlántico forma una corriente superficial cuyo caudal va a oscilar entre 63 y 146 km3/día. Una vez atravesado el estrecho, la corriente transcurre pegada a la costa africana por efecto de la fuerza de Coriolis, llegando hasta la parte más oriental de la cuenca. Esta corriente principal se bifurca varias veces dando origen a sistemas de corrientes que, ascendiendo primero hacia las zonas más septentrionales (Mediterráneo noroccidental, mar Adriático, zona de Chipre), vuelven a descender realizando una circulación de tipo ciclónico al avanzar las corrientes en sentido contrario a las agujas del reloj.

     Las mareas es otro de los aspectos de la hidrología del Mediterráneo que lo hacen un mar algo peculiar. El reducido tamaño de la cuenca y la angosta comunicación con el Atlántico hacen que las mareas sean muy reducidas (unos 40 cm de media), ocurriendo a menudo que las variaciones de nivel debidas a cambios en la presión atmosférica (secas) o a la constancia de determinados vientos resultan de mayor importancia. La amplitud de mareas crece con la proximidad al estrecho.

Juan Carlos Calvín