Parada 9. 7.8 km. Cierre periclinal del Puntal del Marqués. Una vez cruzado el río Alhárabe, por el único sitio donde el vehículo se moja en este recorrido, junto al cortijo del Bancal de la Carrasca, se llega a esta parada. El antiforme de la Muela se va terminado, con un cierre periclinal hacia el suroeste. Si desde aquí miramos hacia el norte, se puede apreciar muy bien este fenómeno. Las rocas del Cretácico han sido cortadas por el río, viéndose los estratos horizontales que hacia la izquierda se van inclinando suavemente. También se puede ver la serie estratigráfica de esta unidad, constituida por calizas muy bien estratificadas en la base del río, sobre las que hay dos o tres estratos de dolomías, gruesos y mal diferenciados, ambas rocas se formaron en medios marinos que ocupaban esta zona hace unos 95 millones de años. Según el mapa geológico esta pared ha sido producida por una falla normal, por donde se encaja el río que ha disuelto las rocas carbonatadas del cauce formando grandes pilancones, entre los que destaca el Pozo de los Azules, popularmente conocido por los esplendidos baños que ofrece. Puede ser una buena excusa para hacer un alto en el camino.

Hacia el sur continúan los farallones de Somogil, pero en este caso ya se observan en la base la potente formación margosa inferior que condiciona un relieve más suave que ha favorecido su cultivo. Dentro de estas margas por los taludes del camino existen algunas barras calcáreas que tienen abundantes fósiles similares a los que se han visto a lo largo de todo el recorrido.

Parada 10. 9,2 km. Depresión tectónica del Poyato de la Parra.  Una vez pasado el cortijo en ruinas de la Dehesilla llegamos a este lugar de interés geológico. En este entorno son numerosas las fallas normales, de dirección preferentemente N60º E, y que hunden las calizas del Eoceno y originan una pequeña depresión tectónica. Las fallas han generado, además del encajamiento del río, grandes escarpes cuya inestabilidad ha dado lugar a grandes desprendimientos de bloques. Sobre alguno de estos bloques caídos los pinos han enraizado dando lugar a una fotogénica simbiosis entre la flora y la gea. Las grandes cavidades generadas por la disolución de las paredes calizas eocenas, sobre todo en la margen izquierda del río, han sido aprovechadas desde antaño como apriscos para el ganado. Aquí quizás sea el mejor ejemplo de estos usos tradicionales de la geodiversidad de toda Moratalla, que sin duda merecen su visita, sólo se puede hacer a pie por una senda, y deberían ser conservados.

El interés edáfico de todo el recorrido es importante, como ya se ha visto, pero es aquí donde se hace más palpable. Junto al camino, sobre los sedimentos de piedemonte llaman la atención unos suelos con un horizonte B de color rojo intenso, que se clasifican como Luvisoles (cálcicos y crómicos). Son suelos relictos, formados en unas condiciones climatológicas diferentes, que hicieron posible la fersialitización (rubefacción más ilimerización) durante el progreso de la evolución edáfica. En Somogil, la presencia de estos suelos rojos cuaternarios nos dicen que hay indicios de al menos un antiguo ciclo biostasia-rexistasia (edafogénesis-morfogénesis). La formación de estos suelos rojos ilimerizados (primera etapa biostásica) incluye, al menos, los procesos de descarbonatación, desbasificación, arcillización, rubefacción e ilimerización, procesos que se producen por la alteración y lavado de sus componentes minerales. Para ello es necesario considerar que las condiciones ambientales eran diferentes a las actuales con una mayor precipitación y temperaturas más elevadas con marcados contrastes estacionales (Faz Cano, 1997). El resultado final de esta etapa biostásica sería la presencia casi monótona de suelos de este tipo en la mayor parte de estas sierras, excepto en algunas cumbres y zonas con grandes pendientes o lugares con materiales margosos, poco permeables. Posteriormente, las condiciones ambientales más áridas, con lluvias muy escasas, pero intensas, produjeron una activa erosión (etapa de rexistasia), sobre estos suelos rojos, los cuales fueron desapareciendo en la mayor parte del territorio. Aunque actualmente existe una nueva etapa biostásica en la umbría de La Puerta-Somogil, ésta es netamente diferente y conlleva una menor alteración. Ahora, a estos paleosuelos representan un indudable patrimonio geológico de la zona, porque explican los cambios climáticos del Cuaternario, y es necesaria su conservación