Bajando la escalera de piedra de El Poyato, nos sobrecoge imaginarnos el trabajo que supuso hacerla y la dura vida de las personas que antaño las utilizaban para ir al pueblo de Moratalla. Hoy día ésta y la del Toril, constituyen un patrimonio arqueológico que debemos conservar.

Las rocas que se atraviesan están constituidas fundamentalmente por concentraciones fosilíferas, con caparazones de moluscos y equinodermos muy fragmentados, casi irreconocibles, pero sobre todo predominan las concentraciones de rodolitos de algas y briozoos. Los rodolitos pertenecen a un grupo conocido como las algas rojas coralinas, que almacenan carbonato de calcio en sus paredes celulares para formar estructuras sólidas que semejan arrecifes de coral. Pero a diferencia de los corales, los rodolitos no se fijan a las rocas del fondo oceánico sino que están a la deriva, dejándose llevar por las corrientes del fondo submarino, hasta que una vez que han crecido lo suficiente se asientan en el fondo marino y pueden formar arrecifes. Más debajo, en la pared vertical de Hondares predominan calcarenitas y calcirruditas con estratificación cruzada en artesa de pequeña y mediana escala (hasta 3 m de amplitud) que corresponden a depósitos dunares arenosos que forman en el fondo marino elevaciones, bajíos, y también hay estratificación cruzada de tipo “hummocky”. A estas rocas se le atribuye  una edad de entre 13,8 y 11,6 millones de años (Serravaliense). Se formaron en una plataforma marina, carbonatada, muy afectada por  tormentas y con una profundidad del mar de entre 20 y 40 metros.

Una vez que se terminan las escaleras empedradas comienza una senda que continúa hacia la izquierda paralelamente a la base de los farallones calizos. Enseguida se llega a un pequeño barranco de donde nace un manantial. Seguimos en dirección al camino principal que viene del Collado Quintero por unas rocas blandas y cultivadas. Son rocas detríticas, principalmente arcillas, de color rojo muy vistoso. Se trata de la formación geológica formada en el inicio del Mioceno, hace unos, 23 millones de años, en ambientes fluviales y climas cálidos y que aparece en muchos rincones del norte de Moratalla.

Ya junto al camino asoman unas rocas calizas masivas, blanquecinas que viéndolas con detalle, contienen gasterópodos y algas, charáceas. Estas rocas se formaron en ambientes marinos lagunares, aislados del mar abierto, hace entre 28 y 23 millones de años (Oligoceno superior). Antes de llegar al Collado Quintero estas rocas son sustituidas por otras calizas pero que toman calores más variados rojizos  y verdosos, con gran cantidad de mineralizaciones de hierro y contienen pequeños fósiles de moluscos y equínodermos. Es un buen ejemplo de una superficie hard-ground, que indica un tiempo, un hiato, de muy poca sedimentación, una interrupción sedimentaria que abarca desde el Eoceno superior al Oligoceno medio inclusive.

El nacimiento del arroyo de Hondares está en el borde de los cortaos entre Hondares de Arriba y Abajo. Desde este último cortijo, con cierta dificultad por la pendiente y atravesando antiguos bancales de cultivos,  podemos llegar a él, pero el lugar nos depara varias sorpresas que merece la pena el esfuerzo. Encontramos en la subida un bonito rincón en un antiguo estanque que detiene el agua de una fuente. Grandes desprendimientos y una exuberante vegetación se encuentran el cauce del arroyo de Hondares que nos limitan ver nacer su agua. Una vez que hemos llegado a la base del farallón rocoso nos sorprende que hay un fotogénico refugio de ganado que aprovecha una oquedad en la roca. Aunque lo más interesante, la mayor sorpresa, está en la propia pared rocosa, hay una estructura sedimentaria única, perfectamente conservada, se trata de unos estratos de conglomerados que tienen una inclinación y un aumento de espesor hacia la derecha, el este. Son rocas que se formaron en el fondo del mar pero en cañones submarinos, las corrientes desplazaban estos sedimentos rellenando los cauces de estos cañones. Este nacimiento y otras muchas fuentes que hay a lo largo de estas impresionantes paredes, se deben a que las areniscas permeables del Mioceno medio, son estupendos acuíferos y el agua subterránea brota en el contacto entre otras rocas no permeables, margas y lutitas.