Los cultivos son la actividad humana que de forma más directa ocupa el medio natural, aunque sólo sea por su extensión. Resultado de siglos de prácticas agrícolas buena parte del territorio murciano es un mosaico de cultivos de secano y regadío muy diversos. Asociados a estos cultivos, y a la presencia de actividades humanas, se desarrollan comunidades vegetales antrópicas, termino que se adapta mejor a los ambientes que brevemente describiremos a continuación, donde medran con rapidez y en gran numero especies oportunistas, muchas de ellas alóctonas y naturalizadas, que aprovechan los suelos ricos en nutrientes y la continua intervención por parte del hombre para favorecer a sus cultivos, que elimina competidores y la sucesión lógica y natural de la vegetación. Algunas de estas plantas constituyen autenticas plagas difíciles o imposibles de erradicar más que temporalmente.

     En Murcia son característicos los herbazales de vinagrillos (Oxalis pes-caprae) que tapizan los bancales de cítricos de la Huerta, y que también crecen en numerosos céspedes de la ciudad e incluso márgenes de caminos húmedos. De las numerosas especies de nuestras pequeñas huertas podemos citar, entre otras, a las ortigas (Urtica urens principalmente), Lamium amplexicaule, diversas especies de los género Verónica y Galium, Mercurialis ambigua, y así un largo etcétera.

     En los cultivos abandonados y algunas cunetas de zonas cálidas se presentan intricados y altos hinojares de hinojo (Foeniculum vulgare). Los márgenes de los caminos son frecuentemente ocupados por herbazales de trigueras (Pipthaterum miliaceum).

     En los cultivos en barbecho del Campo de Cartagena, e incluso invadiendo los regadíos por goteo, son habituales densos herbazales de crucíferas, tanto de flores blancas como amarillas (Diplotaxis erucoides, D. ilorcitana, Rapistrum rugosum,  etc.). Y una planta de esta familia muy común tiñe de violeta numerosos campos de secano murcianos, se trata del collejón (Moricandia arvensis).

     Los muros algo nitrófilos, un ambiente análogo o similar a los roquedos, suelen presentar Parietaria judaica entre sus grietas y pequeños resquicios

     Hay otras formaciones, entre cultivadas y naturalizadas, como los grupos de paleras o chumberas (Opuntia maxima) y piteras (Agave americana), favorecidas por el hombre, por sus frutos y capacidad de sujeción del sustrato, respectivamente. Ambas son especies alóctonas introducidas de Centroamérica.

     Los matorrales halonitrófilos de salaos (Atriplex halimus) con morsana (Zigophyllum fabago) son habituales en los terrenos industriales y determinados campos de cultivo abandonados, se trata formaciones altas y muy densas. Los márgenes de caminos margosos alterados suelen presentar con frecuencia sosas (Halogeton sativus).

     Una planta introducida, como la mayoría accidentalmente, y naturalizada es Conyza bonariensis, una mala hierba originaria de Sudamérica que crece abundantemente en los terrenos húmedos alterados. La hierba mosquera (Dittrichia viscosa) es sobre todo una planta viaria, capaz de vivir como pionera en los sustratos ¿nuevos¿ y desestructurados, sin nutrientes, resultado de remociones de maquinaria pesada. En las inmediaciones de las viviendas y zonas transitadas por el ganado son frecuentes diversas especies de cenizos (Chenopodium sp. pl.).

     Y para terminar, podríamos pensar que en estos ambientes no se presentan plantas raras ni amenazadas. Esto no es ni mucho menos así. Por ejemplo, en las proximidades de antiguas villas romanas se presenta la zamacuca (Biarum dispar), especie muy escasa y considerada en peligro de extinción en la Región Murcia, que se especula que podría haber sido introducida por el valor alimenticio de sus tubérculos. Del mismo modo en el campo de Cartagena, en las proximidades de la pedanía de La Palma, nos encontramos con Diplotaxis tenuisiliqua, que podría pasar por otra crucífera más de las cunetas y cultivos, y que sin embargo presenta aquí su única localidad europea conocida.

     Estas plantas, al encontrarse en ambientes tan intervenidos y sometidos al azar de las necesidades y actuaciones de su propietario, corren gran riesgo de desaparecer, como esta ocurriendo con numerosos individuos y parcelas. Además, su gestión es compleja, porque hacer desaparecer toda actividad agrícola o ganadera también pondría en serio peligro su supervivencia.

José Antonio López Espinosa