El Mar Menor se encuentra muy bien comunicado por carretera y está verdaderamente próximo a los tres grandes núcleos de población de Cartagena, Torrevieja (sur de Alicante) y Murcia; desde la capital regional, la ciudad más alejada de entre las relacionadas, el trayecto, por autovía, hasta Los Alcázares, es inferior a 35 minutos y 50 km. Es decir, poco tiempo y escasa distancia para las múltiples jornadas de ocio y aprendizaje en la Naturaleza que puede regalarnos, en las que conocer y valorar su gran diversidad de flores y paisajes. Además, si alargamos la visita hasta los últimos rayos de sol es posible que el atardecer, junto a la orilla del ‘mar menor’, sea realmente sensacional y sorprendente.

  El primer lugar, muy relevante, en la zona norte, las salinas de San Pedro del Pinatar, es el decano de los espacios protegidos del litoral murciano y destaca –principalmente– por su avifauna y sus playas naturales mediterráneas, por lo que serán imprescindibles prismáticos, guía de aves y, también, bañador en verano. Entre el Pinar del Coterillo, un pequeño bosque repoblado de pinos carrascos (Pinus halepensis), se encuentra el último reducto de la población natural de sabinas de dunas (Juniperus turbinata) en los arenales del Mar Menor. Por fortuna, las 10 varias veces centenarias grandes sabinas están acompañadas de otras, numerosas y hasta con porte notable, procedentes de varias plantaciones y algún episodio de regeneración natural. A la Playa de Torre Derribada y a las Playas de La Llana les acompaña un potente sistema dunar. En la duna alta domina el barrón (Ammophila arenaria) y en el tomillar psammofilo son representativas la tamarilla del Mar Menor (Helianthemum marminorense) y la zamarrilla de dunas (Teucrium dunense). En la depresión postdunar, antes de las salinas, se presentan extensos saladares de almarjos (Sarcocornia fruticosa y Arthrocnemum macrostachyum), con ‘hongo de Malta’ (Cynomorium coccineum), “notable planta parásita con aspecto de falo”.

  Si nos alejamos –muy poco– de la laguna, se encuentra el Cabezo Gordo, la puerta del Mar Menor, junto a Balsicas, que requiere mención especial porque domina y está omnipresente en el horizonte del Campo de Cartagena. Su visita es obligatoria porque en sus laderas predomina el matorral iberoafricano de cornical (Periploca angustifolia) y entre los pedregales es habitual otra asclepiadácea, cactiforme, el chumberillo de lobo (Caralluma europaea).

  Al sur de Los Alcázares y de la desembocadura de la Rambla del Albujón, en el centro del Golfo del Mar Menor, se encuentra la Marina del Carmolí. En este gran criptohumedal, que presenta una amplia superficie esteparia, salvado de la urbanización por ser durante años zona militar, donde destacan varias charcas costeras, se regula el equilibrio natural del Mar Menor: es el gran ‘filtro verde’ natural de la laguna.

  Seguidamente, se presentan los dos primeros pueblos cartageneros de la ribera del Mar Menor: Punta Brava y Los Urrutias, con entramado marítimo-urbano encantador, que aún conserva aires de los ochenta y noventa. El paseo de 2 kilómetros junto a las pequeñas playas cuenta en algunos tramos con franjas de plantas pioneras de arenas, entre la que puede observarse la ‘mostaza del Sáhara’ (Brassica tournefortii). Además, intermitentemente, casi en la misma orilla, se observa a la entina o seba (Cymodocea nodosa); adentrarse sobre una de sus praderas marinas someras puede hacerse caminando por el Pantalán de Punta Brava.

  Colindante a la gran marina de la ribera interior y a Punta Brava se encuentra el Cabezo del Carmolí, una imponente elevación volcánica, la de mayor altitud junto al Mar Menor, con cima de 113 m; en su vértice geodésico, convertido en frecuentado mirador natural, se divisa una amplia vista panorámica de la laguna. Destaca por su umbría de helechos (Polypodium cambricum), y por ser primera localidad de otro muy raro, Asplenium billotii, que se encontraba en una bocamina. En ‘El Cabezo’, o monte El Carmolí, son comunes las bolsas de suelo con numerosos ejemplares de bulbosas otoñales y en sus laderas pueden observarse –puntualmente– arbustos de arto o azufaifo (Ziziphus lotus), especie protegida muy rara en el territorio tratado, y de bandera española (Lantana camara), una planta ornamental naturalizada. Al sur de Los Urrutias se localiza Lo Poyo, donde, en las arenas, abunda el pincelillo (Coris monspelliensis) y es frecuente la siempreviva azul (Limonium thouinii), especie en peligro de extinción en la vecina Comunidad Valenciana. Como en la Marina del Carmolí, la estepa salina de albardinal (Lygeun spartum) con numerosos sopaenvinos (Limonium caesium), a finales de abril y comienzos de mayo, se colorea intensamente de rosa por la floración de la segunda.

  Otras dos elevaciones o cabezos colindantes, próximas a la ribera sur marmenorense, son el Cabezo de San Ginés, que cuenta con una notable artinera o matorral de arto negro (Maytenus senegalensis subsp. europaea), en la base de su ladera norte, y el Cabezo del Sabinar que, como su nombre indica, es un enclave muy representativo de los sabinares cartageneros de‘sabina mora’, ciprés de Cartagena o tuya mediterránea (Tetraclinis articulata), formación vegetal constituida por matorral de espartos con palmitos y grupos o ejemplares dispersos de ‘araar’ o ‘alerce africano’.

  Estando próximos a La Manga debe visitarse el pueblo pesquero de Cabo de Palos, primera localidad europea del salao (Halocnemun strobilaceum), que se encontraba en los “terrenos salitrosos inmediatos”. Si se pasea por su famoso faro y se decide caminar por las rocas hacia la punta este, para alcanzar el extremo terrestre más oriental de la Región, podremos observar ejemplares atípicos de la muy común y comestible [sus hojas tiernas, en ensalada] cerraja o pico pájaro (Sonchus tenerrimus) con hojas crasas (variedad dianae) y lechugas de mar (Limonium cossonianum) con cepas y tallos marrón oscuro, retorcidos entre las oquedades rocosas.

  En el kilómetro cero de La Manga está Las Amoladeras, enclave salvado de la urbanización por su poblado eneolítico, que presenta un valioso sabinar de sabinas de dunas (Juniperus turbinata) repoblado e, igualmente, algún enebro de dunas (J. macrocarpa), especie extinta en territorio murciano. Próximo se encuentra el Acequión de las Salinas de Marchamalo, donde se localizan, aisladas, las primeras esparragueras del Mar Menor (Asparagus macrorrhizus) y el cachapedo (Senecio glaucus subsp. glaucus), que ha colonizado recientemente esta zona mangueña.

  De las cinco islas del Mar Menor la única visitable a pie es la Isla del Ciervo, aunque para acceder a ella hay que mojarse y recorrer aproximadamente 350 metros, que se hacen en menos de 10 minutos y con el agua solo hasta casi la cintura. Desde La Manga (kilómetro 3), junto al puerto deportivo Dos Mares, se encuentra una barra de arena o espigón, antes carretera, desde 1963 hasta 2004, donde se inicia un corto recorrido por –literalmente– el Mar Menor, que puede continuarse, ya en la isla, por la senda –a veces desdibujada– de su perímetro. Esta ruta permitirá conocer este pequeño valioso enclave insular, aún incuestionable lugar de interés botánico, propuesto como Microrreserva botánica, a través de terrenos rocosos y pedregosos (malpaís), entre densos matorrales de cornical (Periploca angustifolia) y palmitar (Chamaerops humilis), con oroval (Withania frutescens), salao negro (Salsola oppositifolia), esparragueras (Asparagus albus), espartos (Stipa tenacissima) y cambrón (Lycium intricatum); en las bolsas de suelo, que fueron muy ricas en bulbosas serótinas, todavía pueden encontrarse los últimos ranúnculos de otoño (Ranunculus bullatus), también los últimos helechos (Polypodium cambricum) de la isla, en algunas fisuras de rocas. Desafortunadamente, es evidente una importante pérdida de diversidad vegetal.

  Los 18 kilómetros de La Manga son una ciudad lineal, donde se conservan –puntualmente– vestigios de vegetación natural. Por ejemplo, junto al paseo de la Playa de la Ensenada del Esparto, en las dunas del Pudrimer, donde todavía crece la campanilla de mar (Calystegia soldanella). En la zona del Estacio, en el centro del cordón litoral, se encuentra la Punta del Cocedor, cuya cercana pradera marina de ‘alga’ (Posidonia oceanica) está poco profunda, prácticamente superficial.

  También es fundamental conocer el final de La Manga, cruzar su famoso puente veneciano, conocido como Puente de la Risa, y alcanzar Las Encañizadas, donde aún se practica un arte de pesca ancestral. En esta zona, en Veneziola, que fue en el pasado las Salinas de Córcolas, quedan como testigos de la actividad salinera varios viejos molinos. Además, en sus arenales se encuentran el 90 % de los efectivos de la población de la esparraguera del Mar Menor (Asparagus macrorrhizus), especie en peligro crítico de extinción en España, endémica de la Región de Murcia y exclusiva del entorno de la laguna costera.

  El último lugar, el Parque Regional de Calblanque, tiene como principal atractivo sus excepcionales y famosísimas playas naturales de arenas doradas y aguas cristalinas. Podría ser (casi) interminable una lista de lugares y rincones valiosos desde el punto de vista botánico, entre los que destacan la Fuente de los Belones, las Salinas del Rassall, el Atalayón, y, particularmente, el Cabezo del Horno y el Cabezo de la Fuente, por sus carrascas o encinas (Quercus rotundifolia) termófilas y relictuales, donde crecían los últimos madroños (Arbutus unedo), ya desaparecidos, y abunda el rusco (Ruscus aculeatus), etc. Son además especialmente muy destacados los tomillares del Faro de Portman, uno de los pocos lugares murcianos donde crecen la siempreviva azul (Limonium sinuatum) y la orquídea gallos (Serapias lingua); también es común la orquídea mariposa (Orchis papilionacea). Desde Portman, recorrer el sendero junto al Barranco del Moro, permitirá observar murtas o mirtos (Myrtus communis), será fácil ver la orquídea abejera rosada (Ophrys tenthredinifera) y se podrá caminar por un tramo de calzada romana. Se llega a Atamaría, localidad clásica para botánicos y aficionados, “uno de los enclaves más diversos de flora de la sierra de Cartagena”. Desde aquí se sube a la batería militar del Monte de las Cenizas; en el camino que atraviesa su denso pinar se encuentran cipreses de Cartagena, artos negros y brezos blancos (Erica arborea).

  Casi para finalizar, proponer la realización de paseos cortos por los caminos, sendas y viales del Sendero de Gran Recorrido 92 (GR 92), que transcurre por el litoral mediterráneo y en el tramo de la Región de Murcia, por el entorno del Mar Menor, dispone de cuatro etapas señalizadas. Si se despierta un verdadero ánimo senderista pueden también completarse otras siete rutas señalizadas de pequeño recorrido en los espacios del Mar Menor y Calblanque.

  Finalmente, sólo queda añadir que los lugares de esta página, y muchos más, y las plantas citadas, y muchas otras, recopilados en este conjunto de reportajes integrados en Descubre el Mar Menor, así como también la fauna marina de este rincón del Mediterráneo occidental, pueden conocerse a través de las siguientes publicaciones; dos son fundamentales, la Guía de la flora del Mar Menor y su área de influencia, de varios autores (2009), editada por la desaparecida Fundación Cluster, y la Guía de la flora y fauna marinas del Mar Menor, de Francisco Javier Murcia Requena (2015). Además, aporta una importante perspectiva científica multidisciplinar la monografía Una mirada global sobre el Mar Menor, dirigida por Teresa Navarro (2019). Por último, la más importante, el libro de fotografías que descubre y atesora el ecosistema sumergido de la “albufera de Cabo de Palos”, para siempre, en su esplendor excepcional: El Mar Menor, una laguna mágica, también de Javier Murcia (2019).

 José Antonio López Espinosa