El Mar Menor y su entorno es una de las zonas más interesantes desde el punto de vista botánico de toda la Región de Murcia.

Y, en este sentido, entendiendo que el ámbito territorial marmenorense específico es la laguna costera, sus islas y su ribera, se completa, también, con las elevaciones colindantes. Por el sur, con la Sierra de Cartagena oriental, desde el Faro de Portman y Peña del Águila (389 m s. n. m.) hasta el Cabezo del Atalayón (187 m) y Faro de Cabo de Palos. Además, por el norte, con el Cabezo Gordo (308 m), hasta el límite provincial. Es decir, si se trazase una línea imaginaría con puntos en las localidades de Portman (La Unión), El Algar (Cartagena), Balsicas (Torre-Pacheco) y El Mojón (San Pedro del Pinatar) se comprendería un territorio único del sureste español, que aún conserva valiosos espacios naturales y una importante diversidad vegetal.

Primero, es fundamental destacar que la otrora ‘albufera de Cabo de Palos’ alberga un tesoro submarino de biodiversidad, un ecosistema evanescente tan desconocido por la mayoría de los murcianos como extraordinario, con una comunidad faunística excepcional, de especies emblemáticas como caballito de mar, nacra, anguila y fartet. Igualmente, es sobresaliente la fitodiversidad terrestre marmenorense, configurada en un territorio termomediterráneo semiárido, de marcada influencia marítima, cuyo rico patrimonio natural y paisajístico ha sido modelado por minería, agricultura y turismo, que lo han transformado intensamente en el siglo XX y, en particular, durante las últimas cinco décadas.

Bosques y matorrales arborescentes

Aunque el matorral, de muy diversos tipos, es la vegetación predominante extensas superficies con pinares densos de pino carrasco (Pinus halepensis) cubren las laderas del Monte de las Cenizas y la Peña del Águila. Sin embargo, paradójicamente, en esta zona concreta del sureste regional, el bosque de pinos, favorecido por la orografía, que confiere más precipitación, relega y compite con otras formaciones de mayor importancia en el paisaje vegetal (matorrales iberoafricanos y sabinares de ciprés de Cartagena).

De los encinares, el bosque ibérico por excelencia, concretamente de los carrascales termófilos, de origen antiguo y relícticos, apenas quedan vestigios a modo de últimas encinas o carrascas (Quercus rotundifolia) acantonadas, en los roquedos del Cabezo del Horno y Cabezo de la Fuente; en el mismo ambiente, casi fisurícola, los últimos madroños (Arbutus unedo) y brezos blancos (Erica arborea), como restos del matorral que acompañaba al desaparecido bosque mediterráneo primitivo.

Por otro lado, entre pinares y espartales, se presentan los sabinares de ciprés de Cartagena, recientemente denominados tuyares meditterráneos, un bosque muy abierto, único en el continente europeo, que tiene en la Sierra de Cartagena Oriental su principal población natural en España.

Por otro parte, de las grandes formaciones arborescentes de épocas pasadas, que constituían matorrales altos, frondosos y extensos solo quedan reductos mínimos y aislados. Por ejemplo, en el gran arenal del cordón litoral de La Manga se desarrollaban espesos matorrales de enebros (Juniperus macrocarpa) y sabinas de dunas (Juniperus turbinata), además de un extenso y denso pinar en su comienzo, que fueron eliminados para “andar más seguros” y “descubrir las entradas y salidas de los enemigos”, porque, tras la Reconquista, se sucedieron dos siglos (s. XVI y XVII) de asedio por incursiones berberiscas en las costas del sur peninsular. Además, de la vegetación climácica, los lentiscares, ya inexistentes, se extendía un matorral arborescente por el Campo de Cartagena, caracterizado por grandes y abundantes lentiscos (Pistacia lentiscus) de varios metros de diámetro y altura.

Matorrales iberoafricanos

En la bibliografía regional se ha destacado especialmente la diversidad vegetal de este rincón peninsular, porque “los sectores montañosos costeros de esta parte de la Región de Murcia constituyen una de las representaciones más genuinas del matorral mediterráneo de origen iberoafricano de toda Europa”, además, que “los cornicales son una de las formaciones más singulares del continente europeo, por tal razón son consideradas prioritarias en el ámbito de la Directiva Hábitats”. Los matorrales de cornical (Periploca angustifolia) marminorenses se encuentran en la Isla del Ciervo y, principalmente, en el Cabezo Gordo de Torre-Pacheco, también en las solanas de la franja marítima abrupta de acantilados del Mediterráneo, donde además se refiere el piso bioclimático inframediterráneo. Puntualmente, también se encuentran grupos representativos de arto negro (Maytenus senegalensis ssp. europaea), en el Cabezo de San Ginés y junto al cementerio de Portman, y, más extensos, matorrales espinosos de aliaga (Calicotome intermedia), arbusto de floración invernal que tiñe de amarillo las sierras de Cartagena.

Matorrales mediterráneos y tomillares

Del primigenio matorral climácico de lenticos se presentan formaciones de los principales arbustos acompañantes, destacando particularmente, por su singularidad, los palmitares de Chamaerops humilis. Reducidos a rodales se encuentran grupos de olivos silvestres o acebuches (Olea europaea var. sylvestris) y espinos negros (Rhamnus lycioides) y crecen profusamente, cuando las condiciones son favorables, extensos espartales de Stipa tenacissima, con abundantes romeros (Rosmarinus officinalis); en superficies menores, o entremezcladas con los anteriores, se presentan numerosas albaidas (Anthyllis cytisoides) y jaguarzos (Cistus monspeliensis), etc.  

Como fase de degradación se desarrollan los tomillares, vegetación dominada por arbustos bajos (matas), entre las que son frecuentes plantas aromáticas, como tomillo de invierno (Thymus hyemalis) y rabogato del Mar Menor (Sideritis marminorensis). Un tipo especial, sobre “suelos venenosos”, en afloramientos naturales de metales pesados, está caracterizado por el endemismo siempreviva de Cartagena (Limonium cartaginense), al que suele acompañar Anabasis hispanica.

En el componente herbáceo son notables los frecuentes pastizales de lastón (Brachypodium retusum), hábitat de interés comunitario prioritario, y, entre las hierbas, destacan las numerosas bulbosas, que son más abundantes en suelos de tipo “terra rossa”, como quitameriendas (Merendera filifolia) y escila (Scilla autumnalis), de floración otoñal.

Saladares

Se trata de comunidades vegetales asociadas a la periferia de la laguna costera o zonas endorreicas, temporalmente inundadas o con nivel freático de agua salada más o menos próximo a la superficie. En el saladar dominan las quenopodiáceas, en concreto los almarjos Sarcocornia fruticosa y Arthrocnemum macrostachyum. En una banda más externa se presenta una estepa salina de albardín (Lygeum spartum) con frecuentes sopaenvino (Limonium caesium), hábitat de interés comunitario prioritario bien representado en la Marina del Carmolí y Lo Poyo.

Por otro lado, son característicos de zonas salobres los herbazales anuales monoespecíficos de escarcha (Mesembrianthemum nodiflorum), el tomillar de tomillo sapero (Frankenia corymbosa), la presencia de juncos (Juncus acutus y J. subulatus), carrizo (Phragmites australis) y taráis (Tamarix sp. pl).

Arenales costeros y dunas

Las arenas determinan un ambiente representativo y muy vinculado al mar. Casi en la misma la playa se presenta vegetación halonitrófila sobre desechos marinos, caracterizada por oruga de mar (Cakile maritima), en invierno, y mata pinchosa (Salsola kali), en verano. Seguidamente, los arenales y las dunas se cubren de cuernecillo de mar (Lotus creticus) y hierba de la plata (Medicago marina); también, de arzolla marina (Centaurea seridis), parasitada por jopo de arenas (Orobanche portoilicitana) y gramas marinas (Elymus factus y Sporobolus pungens)o de matas de siempreviva (Helichrysum stoechas) y pincelillo (Coris monspeliensis). Otras especies de este hábitat son azucena de mar (Pancratium maritimum), cardo marino (Eryngium maritimum) y correhuela marina (Calygstegia soldanella), más puntual y escasa.  En algunas dunas estables crece el barrón (Ammophila arenaria) y se pueden observar arbustos de cornical (Periploca angustifolia).

Orquídeas silvestres

La zona es rica en orquidáceas mediterráneas, en concreto se conocen once especies y dos híbridos. Destacan las orquídeas de la colina (Orchis collina), mariposa (Orchis papilionacea) y piramidal (Anacamptis pyramidalis), por la frecuencia de poblaciones en el sur del Mar Menor respecto al contexto regional.Además, de la primera, se cita en Cabo de Palos, en 1986, el primer ejemplar hipocromático (O. collina var. flavescens) de España, un rasgo de variabilidad poco frecuente, que se caracteriza por sus flores decoloradas, casi blancas. Cabe mencionar, también, el grupo de orquídea gigante (Barlia robertiana) del Llano del Beal, que dos décadas después aún se conserva; en el año 2000 se trataba de un ejemplar solitario, entonces el único conocido. De la rara orquídea gallos (Serapias lingua) hay que indicar que presenta en el faro de Portman su principal población.

Diversidad singular

Sin duda, tienen un valor extraordinario en la biodiversidad del Mar Menor y su entorno los “bosques de Tetraclinis”, hábitat de interés comunitario prioritario de la Directiva Hábitats, cuya “área natural ibérica” se encuentra en la sierra de Cartagena. La distribución de los tuyares o sabinares de Ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata) se localiza en dos poblaciones principales: Cenizas-Peña del Águila y Sabinar-Calblanque, donde se han inventariado 6193 ejemplares silvestres en 487 hectáreas. Curiosamente, contrasta que, respecto a las anteriores cifras de esta especie, propia del norte de África, se indicase en 1953, para la “sabina” (Callitris quadrivalvis), lo siguiente: “se halla fatalmente condenada a una casi inmediata desaparición”; como aquellos escasos ejemplares de mitad del siglo XX se encuentra un solitario árbol en lo alto del Cabezo Negro de la Jordana, en la ladera orientada hacia la laguna. Se da la particularidad de que ésta fue durante dos años la primera y única ‘sabina mora’ protegida de la Región de Murcia, en el Espacio Natural de Calblanque de 1987.

Otra planta extraordinariamente relevante es la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus ssp. carthaginensis), redescubierta el 8 de mayo de 1993 por José Antonio Navarro, en el Llano del Beal. De este taxón, en peligro de extinción y situación crítica en España, solo sobreviven [en 2016] dos últimos longevos y decrépitos individuos en la población natural, desde donde se divisa el Mar Menor.

También se encuentra en territorio marmenorense la tapenera de la Sierra Minera (Capparis zoharyi), especie descrita para la Ciencia en 2006 por Cristina Inocencio, en el Llano del Beal. Aunque con núcleo poblacional entre el Monte de San Julián y su localidad clásica, son varios los ejemplares muy próximosal Mar Menor: en Cabo de Palos, en una cantera abandonada, y en Los Nietos y El Carmolí, en terraplenes, ambas a menos un kilómetro de la orilla del mar. Además, es importante el grupo de Atamaría, porque se conoce con exactitud origen y año: las obras de ensanche y acondicionamiento de la carretera RM-314 en 2003.

Por otro lado, es muy ilustrativo que tres de las cinco especies de flora exclusivas de la Región de Murcia se encuentren en territorio marmenorense. La primera, y principal, la esparraguera del Mar Menor (Asparagus macrorrhizus), descrita para la Ciencia en diciembre de 2013, en los arenales de La Manga. Las otras dos plantas son endemismos del sur de la comarca: zamarilla de Cartagena (Teucrium carthaginense) y siempreviva de Cartagena (Limonium cartaginense), características de tomillares y suelos selenitosos, respectivamente. Además, en general, el conjunto del territorio es una reminiscencia del norte de África, y son muchas las especies iberoafricanas de la flora local, entre las que destaca el chumberillo de lobo (Caralluma europaea), que tiene en el Cabezo Gordo la mayor población de la región.

José Antonio López Espinosa