Fachada [Murcia_Palacio Almudí]
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Episodios históricosInicios del siglo XVI: crecimiento demográfico y expansión de la seda

Tras la muerte de Isabel I, la Corona de Castilla experimentó un período de inestabilidad política debido a las distintas regencias y al vacío de poder imperante hasta la llegada de Carlos I.

La época de paz y prosperidad vivida bajo el reinado de los Reyes Católicos, se afianza con los Austrias. Se impone la figura del corregidor, representante directo de la realeza, al frente de las ciudades de realengo, como era el caso de Murcia.

El siglo XVI despunta con un gran aumento demográfico y económico, que en la Huerta de Murcia vendrá impulsado por el desarrollo de la seda. Desde finales del siglo XV la huerta se había ido poblando de moreras, cuya producción en la Edad Moderna llegó a ser extraordinaria.

El Campo de Murcia también experimentará un mayor desarrollo económico y demográfico, propiciado por el incremento de la actividad repobladora en los siglos XVI y XVII, debido al desarrollo de la agricultura.

Ante este panorama de crecimiento, la clase dirigente trabajó por cohesionar y rentabilizar su patrimonio mediante los mayorazgos.

Sin embargo, la expansión roturadora del siglo XVI no pudo solucionar el problema causado por los desequilibrios entre una población en aumento y un déficit periódico en las cosechas del cereal, que ya comenzaba a anunciar una nueva época de crisis.

La revuelta de las Comunidades

La llegada al trono de Carlos I en 1516 engendrará nuevas tensiones sociales. Las continuas ausencias del monarca y la entrada de extranjeros en la administración de los reinos peninsulares, exasperó los ánimos de la aristocracia castellana y de los gobiernos urbanos de las principales ciudades, estallando en 1519 la revuelta de las Comunidades y el Movimiento de las Germanías en Aragón.

En Murcia el movimiento comunero estuvo abanderado por Pedro Fajardo, que pretendía afianzar su autoridad territorial. El fracaso de este movimiento en 1522 motivó su expulsión.

A pesar de que los murcianos estuvieron durante estas revueltas en contra de Carlos I, el apoyo que prestarían al reinado de Felipe II en la represión de la rebelión de los moriscos granadinos, le valdría el título de 'Muy Noble y Muy Leal'.

El siglo XVI finaliza con la subida al trono español de Felipe III, quien llevará a cabo la expulsión de los moriscos.

La expulsión de los moriscos murcianos

A principios del siglo XVII se podían ver pequeñas aljamas diseminadas por la Huerta de Murcia, dedicadas a la cría y elaboración de la seda y conformadas por una población mayoritaria de cristianos viejos que convivían con moriscos.

Esto ocurría en lugares como las actuales pedanías de La Ñora, Guadalupe, Espinardo, Aljucer, El Palmar, Algezares, Javalí Nuevo, La Alberca y Torreaguera. La expulsión de los moriscos afectará a la Huerta, pero de forma más leve que a otros lugares de la Región de Murcia, con mayoría morisca.

La expulsión de los moriscos comenzó en Murcia en 1613, quedando las propiedades de los antiguos mudéjares en propiedad de la Corona. Estos episodios se tradujeron en un desequilibrio demográfico que más tarde se vería acrecentado a causa de las epidemias y el agravamiento del riesgo natural.

En 1648 el municipio murciano recibió el mazazo de una terrible epidemia de peste, a lo que se unieron una secuencia particularmente densa de catástrofes naturales, tales como largos ciclos de sequía, mayor frecuencia de inundaciones otoñales y notable actividad sísmica.

En 1651 se produjo en la ciudad de Murcia la tristemente famosa riada de San Calixto, que dejó más de 1.000 muertos con la destrucción de arrabales y la pérdida de la mayor parte de las moreras de la huerta. El nivel de las aguas fue tal que llegaron hasta el púlpito de la Catedral de Murcia.

Estas catástrofes provocaron una fuerte crisis demográfica y económica, que en la Huerta de Murcia se tradujo en una reconversión de cultivos orientándolos hacia productos como el maíz.

Mejora económica, demográfica y social en el siglo XVIII

El siglo XVIII en Murcia abre un período de esplendor en muchos frentes, estimulado por el apogeo del comercio y de la industria de la seda. Se incrementan los recursos y la población, al tiempo que disminuye el factor epidémico.

La población aumentó más en las ciudades que en el campo, con lo que se produjo una mayor demanda de productos y una creciente oferta de mano de obra para el trabajo manufacturado.

La fuerte demanda de productos del campo por parte de los habitantes de la capital murciana favoreció la agricultura, al aumentar los precios, beneficiando principalmente a los grandes propietarios territoriales: la nobleza y el clero.

El fuerte desarrollo comercial dejó su impronta en el urbanismo murciano, fue el momento de las grandes expansiones urbanas de barrios periféricos habitados mayoritariamente por jornaleros y artesanos.

En el terreno cultural y político, el siglo XVIII viene iluminado por las luces de la Ilustración, traducidas en una dinámica social más racional, ávida de quebrar el inmovilismo y una pléyade de hombres que desde el poder luchan por arrancar a los españoles del atraso para integrarlos en el sistema europeo.

El pueblo llano y el clero no aceptaron de agrado las ideas ilustradas, por lo que el final de esta centuria viene marcada por la lucha de éstos contra los cambios culturales y las ideas reformistas que la cultura ilustrada implicaba.

La Guerra de Sucesión y Don Luis Belluga y Moncada

La historia de Murcia en el siglo XVIII va ligada a tres hombres representativos que llenan plenamente toda la centuria: el cardenal Belluga, el escultor Salzillo y el político Floridablanca.

El nuevo siglo se iniciaba con un cambio dinástico: muerto Carlos II sin sucesión, Felipe V se convertía en el primer Borbón en ocupar el trono español.

Este cambio dinástico se realizó a través de la Guerra de Sucesión (1701-1714), que en España tomó el carácter de Guerra Civil, en la que las poblaciones catalanas y aragonesas se unieron a la causa austriaca, mientras que el reino murciano lo hacía a la borbónica.

Don Luis Belluga y Moncada, sacerdote, circunstancialmente militar e impulsor de obras benéficas y sociales, intervino en la vida política española tomando partido en la Guerra de Sucesión por Felipe V, en contra de las pretensiones del Archiduque Carlos de Austria.

Por la causa borbónica, Belluga publicó un Memorial en defensa de los derechos de Felipe V y fue nombrado Presidente de la Junta de Guerra del Reino de Valencia, desde donde organizó ejércitos. En Murcia rechazó a los adversarios, que casi baten la ciudad con su artillería, en la llamada Batalla del Huerto de las Bombas, contribuyendo de forma decisiva a la reconquista de las plazas ocupadas por los aliados en el Reino de Murcia y al triunfo de la Batalla de Almansa.

Como premio al sacrificio y lealtad murcianos, Felipe V concedió a la ciudad la séptima corona de su escudo y un león con una flor de lis en el centro y a su alrededor la leyenda: 'Priscas novísima exaltat et amor', alusiva a la tradicional fidelidad de Murcia.

Las actuaciones de Floridablanca en Murcia

La Guerra de Sucesión se saldó con la victoria de la causa borbónica. El gran apoyo prestado por la nobleza regional incrementó las relaciones entre la Corte y la clase política murciana, de donde la monarquía borbónica extraerá, ahora, numerosos funcionarios para el gobierno, llegando algunos de ellos a los puestos más altos. Este sería el caso de José Moñino Conde de Floridablanca, que fue primer secretario de Estado entre 1777 y 1792.

Desde su estatus político, el Conde de Floridablanca llevaría a cabo abundantes actuaciones en pro de la ciudad de Murcia. Instaló nuevas fábricas y técnicas productivas, implantó el libre comercio, llevó a cabo grandes proyectos hidráulicos, como el del Reguerón en Murcia, que permitió la confluencia del Guadalentín con el Segura, disminuyendo la crudeza de las inundaciones; desarrolló roturaciones; aprobó los estatutos de la Sociedad Económica de Amigos del País (reflejo de una Murcia necesitada de reformas); y fomentó la cultura ilustrada.

A nivel nacional, Floridablanca dividió el mapa nacional en 38 provincias, alguna como la de Murcia con carácter de reino-provincia. Algunos de los lugares que le correspondían al partido de la ciudad de Murcia fueron Beniel, Abanilla, Santomera, Alcantarilla y Fortuna, además de inmensidad de municipios desde La Alberca hasta San Javier, y desde Archena hasta Alhama.