Cartagena Púnica     Carthago Nova

   Asdrúbal funda Qart-Hadast

   Los cartagineses llegaron a la Península Ibérica, llamados por los fenicios de Gades, en el año 550 a. C. y permanecieron en ella hasta el año 206 a. C., en que Magón abandonó Gades para retirarse a su reducto de las Pytiusas. Trascurrieron 344 años, de los cuales sólo 13 años perteneció a ellos Cartagena, precisamente los de su mayor esplendor y apogeo. Las Guerras Púnicas fueron enfrentamientos bélicos entre cartagineses y romanos durante los siglos III y II a. C., por la hegemonía en el Mediterráneo. Tras la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C), Roma se anexionó Sicilia y sometió a Córcega y Cerdeña. Los cartagineses se replegaron hacia la Península Ibérica, intentando recuperar el prestigio perdido y conseguir fuentes de recursos económicos en la expansión y control en los territorios meridionales de la Península.

   Las zonas del Este y Sur de la península fueron controladas por los Barca. Un miembro de este clan, el general cartaginés Asdrúbal, yerno de Almícar y tío de Aníbal, fundó en el año 227 a. C. la ciudad de Cartagena, bajo el nombre de Qart-Hadast, que luego tendrá su continuidad en la Carthago-Nova romana. Este nombre significaba ciudad nueva, que es a lo que Asdrúbal aspiraba a formar, una nueva ciudad con vocación de capital púnica en la Península, y un nuevo centro mercantil de los cartagineses en Occidente. La fundación de Cartagena se tradujo en la introducción en la Península de un verdadero concepto de ciudad, entendida como aglomeración con un ordenamiento político y una auténtica proyección urbanística, para lo que se había elegido un lugar cuyos rasgos respondían al modelo ideal de paisaje urbano de los establecimientos púnicos. Aprovechando las inexpugnables defensas naturales que ofrecía la ciudad, Asdrúbal levantó un dispositivo defensivo, abrazando la ciudadela o acrópolis situada en el Monte de la Concepción.

   Tras la muerte de Asdrúbal, asumió el mando su sobrino Aníbal, convirtiéndose en general en jefe de las fuerzas cartaginesas en Hispania. Aníbal forjó un gran ejército, potenció la explotación de las minas cartageneras y construyó un sistema de torres a lo largo de la costa, con el fin de alertar de la presencia de naves foráneas, dando lugar al dispositivo llamado 'Atalayas de Aníbal', que se mantuvo efectivo hasta el siglo XVIII. En pocos años Cartagena logró un inquietante poderío en Hispania, que amenazaba a la propia Roma.

   La intervención romana en Hispania y la conquista de Cartagena

   Tras la primera Guerra Púnica se había establecido un tratado entre Roma y Cartago, por el que no se podía ejercer la influencia cartaginesa más allá del río Ebro. Aníbal atacó Sagunto (ciudad al sur del río Ebro) y se precipitó la confrontación, desencadenándose la II Guerra Púnica (218-202 a.C). Aníbal decidió enfrentarse a Roma en su territorio e inició una legendaria expedición militar atravesando los Alpes. Pero, en el año 209 a. C., Plubio Cornelio Escipión ataca por sorpresa la capital y bastión de los cartagineses, Cartagena, conquistándola y terminando con la dominación púnica de la ciudad. Desde el fin de esta guerra hasta el último tercio del siglo V, en que desaparece el Imperio Romano de Occidente ante las invasiones germánicas, la población hispana va a asimilar las formas culturales de Roma, así como la administración y organización política, las formas sociales, los estatutos jurídicos, la lengua, la religión y las manifestaciones artísticas.

   El esplendor de Carthago Nova en época republicana

   Tras la conquista de Cartagena por los romanos, los territorios que habían pertenecido a los cartagineses pasan ahora a manos de aquéllos. Las sucesivas derrotas posteriores de los ejércitos púnicos y la rendición de Gades marcan el fin de la presencia cartaginesa en Hispania. Los romanos consideraron a esta ciudad como hija natural de Carthago, por lo que la llamaron Carthago-Nova, aunque por la riqueza excepcional de sus recursos naturales la conocieron también con otros nombres: Carthago Spartaria, Carthago Skombraria y Carthago Argentaria, en referencia al esparto de sus campos, los salazones de sus pesquerías y la plata de sus minas. Cartagena se enmarca ahora en la Hispania Citerior y se convierte en uno de los más destacados centros portuarios hispanos, ya que la presencia de las explotaciones mineras atraían a gran número de romanos e itálicos. Esto se tradujo también en la ocupación del entorno de la Sierra Minera, especialmente en El Castillet (Cabo de Palos), Mina Balsa, Los Ruices, Villa de Paturro (Portmán), entre otros. Fue una época de desarrollo y esplendor económico para Carthago-Nova, con su puerto como elemento decisivo.

   Colonia Urbs Iulia Nova Carhago

   En la época de César la ciudad pasó a tener el estatuto jurídico de colonia (44 a.C), probablemente en pago a la ayuda prestada por Carthago Nova a César durante su enfrentamiento con Pompeyo en las guerras civiles republicanas del siglo I. La concesión del estatuto colonial inició un intenso proceso de renovación urbana, que concluyó en época de Augusto con la construcción del teatro y la posible monumentalización del foro. Cartagena era una ciudad muy importante, ya que el título de Urbs es una distinción de la que tan solo gozan ella y Tarraco, colonias hispanas que debieron pugnar por la hegemonía de la Hispania Citerior. En este período se regularizó el trazado urbano, mediante una serie de calles que determinaban espacios cuadrangulares, donde se ubicaban edificios públicos y privados. El foro, centro administrativo, comercial y religioso, ocupaba el centro de la ciudad, coincidiendo con la actual ubicación de la plaza San Francisco.

   El Alto Imperio y el desarrollo de la vida urbana

   Durante el Gobierno de Augusto se rompe definitivamente con la estructura republicana y se inicia el Imperio. El Alto Imperio Romano coincide en Cartagena con una expansión de las construcciones públicas y el dinamismo de la vida urbana, ya que el emperador se sirve de las grandes edificaciones para propagar el esplendor de su dinastía. A finales del siglo I, Cartagena asistió a un gran desarrollo arquitectónico y urbanístico. La zona situada entre el Cerro del Molinete y el Monte de la Concepción había permanecido deshabitada en época púnica y tardorrepublicana, pero ahora asiste a una remodelación urbana, en la que también queda patente el esquema de monumentalización promovido por Augusto. Una de las realizaciones que mejor reflejan el ambiente político y cultural que se respiraba en la Carthago Nova Alto Imperial fue el teatro, situado en la ladera occidental del Monte de la Concepción y caracterizado por la perfección en la ejecución de su proyecto arquitectónico, la calidad y cantidad de sus elementos ornamentales, y por su completo programa epigráfico, que permite fijar la fecha de construcción del edificio en el siglo I a.C.

   La provincia Carthaginensis y el fin del Imperio Romano de Occidente

   A partir del siglo II, Cartagena asistió a su progresivo deterioro urbano, preludio del estado de decadencia en que se sumirá la ciudad a lo largo del siglo III. La población se concentra ahora en la mitad occidental de la ciudad, en detrimento de la mitad oriental que queda prácticamente despoblada . El repliegue urbano de esta época responde a una situación de crisis en la minería, al abandono de las guarniciones militares tras la paz augustea y el peligro acuciante de las incursiones de tribus africanas que atemorizaban a la población. Las importantes construcciones del Alto Imperio terminaron por ser abandonadas.

   Sin embargo, también se dieron hechos positivos que sentarían las bases de la posterior recuperación de la ciudad, hacia finales del siglo IV. Uno de estos acontecimientos vendría marcado por la gran reforma administrativa provincial que se produjo en tiempos del emperador Diocleciano, que dividió el territorio peninsular en seis provincias con Carthago Nova a la cabeza de la provincia Carthaginensis. El emperador romano Teodosio impulsó el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio Romano entre Oriente y Occidente. Tras la muerte de este emperador en el año 395, el imperio quedó dividido entre sus dos hijos. Uno recibió la parte occidental, con Roma como capital, y el otro la parte Oriental, con Constantinopla como metrópolis. Un hecho importante en esta época fue la aparición de los primeros indicios de cristianización, ya que el carácter portuario de la ciudad ayudó desde fechas tempranas a la penetración de las ideas cristianas.

   Entre visigodos y bizantinos

   Las invasiones de los bárbaros del siglo V no llegaron a afectar especialmente a Cartagena, aunque, según la Crónica de Hydacio, la ciudad fue saqueada y devastada por los vándalos en el año 425. El Imperio Romano de Occidente no fue capaz de contener las invasiones bárbaras y desapareció en el 476. El Imperio Romano de Oriente sobrevivió hasta 1453, en que fue conquistado por los turcos musulmanes. Tras la desaparición del Imperio Romano de Occidente, Cartagena pasa a manos de los visigodos. Este dominio se vio interrumpido en el año 555 por la llegada de las tropas bizantinas del emperador Justiniano que, en un intento de recuperar los territorios que pertenecieron al Imperio Romano de Occidente, tomó la ciudad de Cartagena y la convirtió en la capital de la provincia de Spania, que comprendía desde Málaga hasta Cartagena. El enfrentamiento bizantino-visigodo aisló a Cartagena respectó de la Iglesia hispano-visigoda, en beneficio de Toledo como sede primada de la Carthaginense.

   La Lápida de Comenciolo, conservada en el Museo Arqueológico Provincial, es un interesante testimonio sobre la dominación bizantina en Cartagena. En la inscripción, Comenciolo aparece ostentando el cargo de Magister Militium Spanie, como máxima autoridad enviada a Hispania por el propio emperador para enfrentarse a los visigodos, a los que califica de bárbaros. Este personaje debió acometer en Cartagena un importante programa de fortificación hacia el año 589, aprovechando el antiguo recinto amurallado de los siglos III y IV.

   La ofensiva visigoda contra los bizantinos fue iniciada por Sisebuto en el 612. Su sucesor Suintila fue el hombre que conquistó Cartagena a principios del siglo VII. En manos de los visigodos Cartagena atravesó uno de los períodos más oscuros de su Historia. Suintilia desmanteló las fortificaciones de la ciudad y sus habitantes emigraron, la ciudad fue languideciendo y deshabitándose, hasta convertirse en una aldea de pescadores. La destrucción de la ciudad supuso el fin de su sede episcopal. Este hecho fue recogido por San Isidoro en su Etymologiae: "hoy día, destruida por los godos, apenas quedan sus ruinas".