Procesión de la Virgen de la Salceda en los años 40 [Torres Cotillas_Fiestas]
Procesión de la Virgen de la Salceda en los años 40
Ayto. Las Torres de Cotillas
Quema del Nuevo Raspajo [Torres Cotillas_Fiestas]
Quema del Nuevo Raspajo
Ayto. Las Torres de Cotillas

La leyenda sobre la aparición de La Salceda

El origen de la devoción por la Virgen de la Salceda en España hay que situarlo en la provincia de Guadalajara, concretamente en los municipios de Tendilla y Peñalver.

Cuenta la historia que en un día de caza por La Alcarria, dos caballeros de la Orden de San Juan quedaron perdidos y sin refugio en una noche de tormenta. Ante la situación, llegaron a temer por sus vidas, por lo que comenzaron su rezo invocando a la Virgen María.

Fue entonces cuando divisaron un resplandor entre la alborea que creyeron se trataba de fuego. Esa intensa luz les sirvió de guía para encontrar regreso a casa. La sorpresa fue cuando al acercarse al resplandor reconocieron la imagen de la Virgen, sujetada bajo el trono que le proporcionaba un cogollo de sauce.

En agradecimiento a tan espectacular suceso decidieron levantar en aquel mismo lugar una ermita que perpetuara su memoria, colocando la imagen de la Virgen aparecida sobre un pedestal esculpido en madera de sauce.

Estos sucesos han sido localizados en el Barranco del Infierno en los límites entre Tendilla y Peñalver, en la segunda década del siglo XIII.

La ermita construida en dicho escenario pasaría a manos de la Orden de Franciscanos antes del año 1366, y fueron estos religiosos quienes crearon en ese mismo lugar el eremitorio de La Salceda.

A partir de estos hechos comenzaría la peregrinación y divulgación del culto a la Salceda.

La Salceda Torreña

La constatación de quién trajo, y de qué manera caló, la imagen de La Salceda en el pueblo torreño es bastante confusa. Lo que si queda atestiguado son los principios del templo levantado en su honor.

La originaria ermita de Cotillas había sido creada en 1452, aunque en esos primeros momentos aún no contaba con la imagen de la actual Patrona.

Más tarde, en el siglo XVII, este espacio religioso fue considerado como iglesia parroquial, aunque en esos años la mayoría de la población había ido disponiendo un nuevo asentamiento en la zona, cercano a unas casas-torre que se situaban en lo que se conocía como Torre Blanca.

Se cree que fue en el año 1739 cuando la Virgen del Rosario, culto que también posee gran tradición entre los torreños, cedió el título como patrona de aquel lugar a La Salceda, a pesar de no constar en los documentos como tal hasta la Navidad de 1778.

Años después, en 1795 el Obispo de la diócesis otorga la licencia para que la primitiva parroquia de Cotillas quede ubicada en Las Torres, habiéndose desarrollado ya de manera notable este nuevo asentamiento de población. Esta nueva iglesia nacía ya expresamente bajo la advocación de la Virgen de La Salceda.

En 1896 se aprueba el proyecto de ampliación y reparación del templo parroquial con el apoyo de la Reina y del Obispo. El promotor de la obra fue José María D'Estoup, a quien todo el pueblo agradeció el esfuerzo realizado para que tal renovación se llevara a cabo.

En un inventario sobre el contenido de la Iglesia elaborado del primer tercio del siglo XX pueden observarse varios de los aderezos que acompañaban a la imagen de la Virgen. Entre ellos una corona de plata, una pulsera de oro, el templete con la imagen de la patrona, el cepillo para las limosnas para la Virgen o el trono que porta a la misma.

La imagen actual de la patrona, en madera policromada, data de 1941, y es obra del escultor Juan González Moreno. La obra fue traída desde Murcia, siendo acogida con anhelo por todos los torreños quienes a hombros, la trasladaron hasta su templo.

En 1992 se produjo el hermanamiento entre Las Torres de Cotillas y el lugar de donde procede su patrona, Tendilla, con actos de celebración que llevaron hasta tierras guadalajareñas a más de 50 torreños. Días después, con motivo de las fiestas patronales del municipio murciano, los vecinos de Tendilla viajaron hasta aquí para conmemorar a su Virgen y el acontecimiento que había tenido lugar entre ambos pueblos.

La Evolución de las fiestas patronales de Las Torres de Cotillas

Aunque los documentos de que se disponen son del siglo XIX, se sabe que las celebraciones en honor la Virgen de los torreños datan al menos del XVIII, momento en el que se le atribuye el patronazgo del pueblo.

En un principio las fiestas duraban tres días en los que primaban casi con exclusividad los actos religiosos en honor a la Virgen. No faltaban en cambio las tradicionales corridas de vacas ni las actuaciones de la banda de música de Ceutí, lo que vendría a completar el programa de fiestas. También pasaron por estas tierras otros grupos musicales como la banda del Regimiento de Infantería de Sevilla en el año 27.

Estaban presentes además los fuegos artificiales que ponían el colorido y el ruido a los festejos.

En aquellos años el presupuesto con el que se contaba para organizar todos los festejos era de 100 pesetas.

Pero no sólo el tiempo de duración de las fiestas patronales de Las Torres de Cotillas será lo que varíe con el paso de los años, sino que también lo harán sus fechas. Los tres días elegidos se concentraban en la segunda quincena de octubre. En los años 40, las fiestas de La Salceda se adelantaron a la primera semana del mes, coincidiendo con las fechas de la Virgen del Rosario.

Los programas de mediados de siglo fueron contemplando de forma creciente actividades lúdicas que se incorporaban a los actos meramente religiosos. Verbenas, concursos de trajes regionales, fuegos artificiales, bandas de música, elevación de globos, carreras de cintas, de bicicleta, de sacos, cucañas, partidos de fútbol... actividades que se intercalaban con las tradicionales procesiones y misas en honor a Ntra. Sra. de La Salceda.

En 1970 se decide separar los actos religiosos de los cívicos, comenzando a celebrarse estos últimos en el mes de agosto. La duración de los festejos se prolongaría hasta ocupar íntegra la última semana. Sin embargo, al año siguiente las fiestas al completo fueron trasladadas a este mes.

Ya a finales de los 90, con el impulso otorgado por la recién creada Hermandad de la Virgen de La Salceda, se van incorporando detalles a los preparativos de los festejos: adornos en los balcones de pendones con la imagen de la Virgen impresa, o la ya típica ofrenda floral a la patrona que cada año se lleva a cabo para homenajearla.

En los años 60 y 70 la Virgen era sacada a hombros, pero a comienzos de los 80 por falta de voluntarios se construyó un pequeño soporte rodado para poder desfilar en procesión. No obstante, a finales de esa década se creó un importante grupo de costaleros que con los años fueron evolucionando, apoyados por la Hermandad.

En el 2001 se solicitó la realización de un sauce sobre el que se colocaría a la Virgen simbolizando el nombre de donde deriva la misma.

En la actualidad se sigue innovando y rescatando viejas tradiciones que en algún momento fueron olvidadas, con el propósito de fomentar y mejorar la calidad de las fiestas patronales de Las Torres de Cotillas.

En los últimos tiempos, las Fiestas Patronales cuentan con 14 intensos días de emoción y diversión.

La solera de una tradición: 'El Raspajo'

'El Raspajo' era una celebración que recogía la costumbre de homenajear a los vendimiadores durante las Fiestas Patronales de la localidad. Se realizaba mediante la pisada pública de la uva, ofreciéndole a la patrona el primer mosto del año.

Cientos de vecinos de la localidad tomaban parte de ello, constatando la ilusión de todos esos torreños que dejaban sus casas temporalmente para irse a la vendimia. Cada mes de octubre, después de un período de unos seis meses recolectando la uva en sus barracas de la huerta, volvían con sus ahorros para disfrutarlos en compañía de los suyos durante las fiestas de su pueblo.

Las Fiestas Patronales recogían esta tradición que se ha ido convirtiendo con el paso del tiempo en una especie de símbolo de identidad para el pueblo.

En la actualidad ha sido recuperada esta ancestral costumbre, escenificando la quema de un muñeco que pone el broche de oro a las fiestas, a la vez que se toma como símbolo de conjuro para los buenos deseos de los torreños. Es la representación del entramado pasado de un pueblo que gusta de mirar con optimismo su presente y su futuro.