Tras la expulsión de las tropas musulmanas, que irían agrupándose en Granada, del territorio murciano, la Corona castellana proyectó las repoblaciones de las viejas alquerías de las distintas comarcas de Murcia. Siendo distinto el devenir de cada ámbito geográfico, el del Valle de Ricote o val de Ricote quedaría unido a la Encomienda de Santiago, que pasaría a administrarlo.
Siendo tierras agrícolas, con un paisaje llamativo por sus frutales de cítricos y huertas, eran cultivadas prósperamente por una población morisca y, más tarde, mudéjar, vecinos de fe musulmana que serían respetados, en un principio, en sus creencias y costumbres. Pero las dificultades entre la realidad musulmana de habitantes, la llegada de nuevos vecinos, cristianos viejos, y la realidad de unas autoridades cristianas enfrentadas al problema de la inseguridad del territorio reconquistado ante las continuas razzias musulmanas, que cruzaban las fronteras, determinaría uno de los episodios más señalados de la Historia Moderna de España, la expulsión de los moriscos.
Vestigios documentales
De estas dificultades de convivencia tenemos diversas notas documentales. En 1402 el comendador de Ricote, Gómez Suárez de Figueroa, protesta al Concejo de Orihuela por la entrada de tropas oriolanas en Asuete (Villanueva) en busca de unos malhechores moriscos. En siglos sucesivos la documentación de los visitadores de la Encomienda darán cuenta del intento frustrado de conversión por parte de las autoridades eclesiásticas de la población morisca que, pese a las órdenes y programas forzosos, se resistía muchas veces a abjurar de su fe, o bien los que lo hacían eran tratados con suspicacia por algunos cristianos viejos.
Tras la definitiva entrada en Granada de las tropas de los Reyes Católicos en 1492, los acuerdos que respetaban la fe de los antiguos musulmanes se tornaron en cláusulas que obligaban a su conversión. Y en este punto debemos recordar dos actitudes muy distintas entre sí, la del cardenal Talavera, confesor de la reina, que llegó a aprender árabe y editar catecismos en esa lengua para integrar a las comunidades moriscas; y la del cardenal Cisneros, proclive a los métodos expeditivos contra los moriscos. Pero la Encomienda de Santiago depositaba su confianza en una población de agricultores y artesanos, además de en los impuestos que éstos debían rendir a la Encomienda, por lo que en el valle de Ricote fueron muchos los aplazamientos a las órdenes de expulsión, que se fueron firmando entre los siglos XV y XVI.