Eneolítico: el área de Totana adquiere importancia
En el III milenio a.C., en pleno Eneolítico, la zona de Lébor, junto a la comarca del Guadalentín y todo el Sureste peninsular, atesoraba una enorme importancia. Relevancia manifestada por el poblado del Campico de Lébor, cerro situado cerca de la Rambla homónima que le rodeaba y le servía de defensa natural. Al Suroeste de esta elevación se halla el Cerro de los Blanquizares, necrópolis de los habitantes del cercano asentamiento.
Edad del Bronce: La Bastida y la cultura Argárica
En el yacimiento arqueológico del Cerro de La Bastida, localizado en Totana, se comenzó a estudiar la cultura Argárica en España (lo que otorga una idea de su importancia). Según diversos cálculos, se llegó a la conclusión de que el enclave alcanzó la cifra de 600 habitantes, que poblaban un cerro en forma de cono de 535 metros de altitud ubicado entre la Rambla de Lébor y el Barranco Salado. Solamente el lado Norte de la elevación era accesible y, quizás, se encontraba defendido por una muralla.
La cronología del yacimiento arranca en torno al año 1675 a.C. (Argar Antiguo), atravesando su máximo esplendor hacia 1580 a.C. y decayendo en torno a 1100 a.C. (Edad del Bronce Tardío). Supone un vestigio excepcional para el estudio de la Prehistoria en la Península Ibérica, entre otros aspectos, por sus enormes dimensiones: 40.000 metros cuadrados, de los que apenas se han escrutado 3.500 (una décima parte).
La forma de enterramiento característica en el yacimiento era la inhumación individual, en cista o en urna (más comunes). Las cistas estaban compuestas por cuatro grandes lajas o losas de piedra, mientras que las urnas eran tinajas cerámicas o pithoi tapadas con una losa pétrea. En ambos casos el cadáver se introducía encogido sobre las rodillas, acompañándolo un rico ajuar funerario formado de objetos domésticos (vasos con ofrendas alimenticias), suntuarios (anillos, colgantes de piedra, hueso, concha, bronce y plata) y, en el caso de los varones, armas (puñales, espadas...).
Edad del Hierro. El mundo ibérico
El poblado de Las Cabezuelas, con ocupación humana desde la Edad del Bronce, adquirió su máximo auge con los íberos durante la segunda mitad del primer milenio a.C. Se localizaba en un pequeño promontorio rodeado por la Rambla de La Santa y el Barranco Villar, muy cerca del núcleo urbano de Totana. No se encontraba fortificado y sus habitantes se autoabastecían a partir de la actividad agropecuaria. También trabajaron en la alfarería, legando importantes piezas cerámicas (siglos VI-I a.C.): ánforas, kálathos, platos y vasijas. Los habitantes de Las Cabezuelas comenzaron en el tránsito del siglo II al I a.C. a descender a la zona próxima que, en la actualidad, estaría ocupada por Lébor y Totana.