Los primeros ribereños

  Los primeros pobladores de Ribera de Molina se dedicaron a la agricultura. El primer indicio data del siglo XVIII, año 1740, cuando era costumbre colocar los avisos en el Ayuntamiento y en la plaza pública de Molina, la Ribera y El Llano. De este modo, se encuentra documentada la presencia de propietarios, que habitaban la huerta, y de forasteros, que simplemente regaban allí.

  En 1778, ante las disputas que se producían en los bailes, donde no faltaban hoces, varas y garrotas, las ordenanzas municipales los prohibieron en algunos lugares y confeccionaron una relación expresa de los sitios donde se permitía su celebración. Ribera de Molina aparece como una de las villas donde sí se podían organizar bailes. En 1779 nombraron diputado de la Ribera a José Albaladejo. En esta mima fecha se levanta una ermita con don Antonio Xil o Gil como capellán. La pedanía contaba entonces con 378 habitantes y su contribución suponía un 15,68 % del censo molinense.

  La Huerta, el campo y el río

  El río Segura dio vida a Ribera de Molina después de recorrer las huertas de Lorquí, El Llano, la Arboleja, Molina y Torrealta, donde se le une el río Mula. Fue a partir del siglo XVIII cuando los ribereños desecaron los almarjales y buscaron nuevos y más rentables cultivos. Se avanzó en el cultivo de cereales y moreras, esenciales para el gusano de seda; viñas, palmeras, membrillos, limoneros, naranjos, cerezos, alubias, pimientos, habas, garbanzos, y no faltaron animales como vacas, cabras, corderos, ovejas, mulos o caballos.

  La acequia y el camino, en la actualidad carretera, separaban la huerta del campo, es decir, las tierras de regadío y las de secano. Confiando mucho en la suerte, los ribereños sembraban con cebada, avena, centeno o trigo algunas zonas de campo. Generalmente no daba para mucho, pero era bien aprovechado como alimento para los animales de los que disponían las familias.