Sucina tiene una fecha exacta de nacimiento. En lo que eran heredades del presbítero Baltasar Arteaga y Gamboa, lugarejo conocido como Cañada Sucina, comenzó su andadura esta villa, con la presencia de una casa a la que se añadió una ermita. El crecimiento del pueblo, y lo alejado de las parroquias más cercanas a la villa, llevó a la determinación de don Baltasar de construir en 1744 la parroquia de Sucina, dedicándola a la advocación de la Virgen del Rosario. Se utilizó para la construcción de la iglesia piedra caliza de la loma del Molino y se encargó una imagen de Nuestra Señora del Rosario al escultor Roque López, imagen que aún disfrutan los sucineros. En 1768 Sucina albergaba ya a 919 vecinos y en 1785 pasó a formar parte del partido de Murcia, como lugar de realengo con alcalde pedáneo. Un pueblo sencillo, que se dedicaba a la agricultura y a la ganadería ovina.
Como otras villas de la Península y de la Región murciana, durante el Trienio Liberal de 1820-1823 tuvo su propio Ayuntamiento, pero esta situación duraría tan solo hasta 1834, ante las dificultades económicas para sostener los partidos que quedaban bajo su administración. A mediados del siglo XIX pasaría a ser pedanía agregada al Ayuntamiento de Murcia. Durante el XIX Sucina vivía de sus cultivos de cebada, avena, trigo y oliva para la fabricación de aceite, así como pequeñas cabañas de ganado ovino o caprino.
Aunque sufrió un descenso demográfico acusado en los años 60' y 70' del siglo XX, hoy día su demografía, gracias al desarrollo económico de la zona, basado en la actividad del sector servicios y urbanístico, va en aumento. Siguen cultivándose sus tierras, comercializándose la almendra y la algarroba para pienso animal, y las hortalizas para la exportación. Pero el futuro de Sucina se centra en el cercano desarrollo de nuevas zonas urbanas, en la construcción de complejos urbanísticos con amplias zonas lúdicas y de recreo.