Manuel Lorente y Paco Cortés en concierto

    Cuando las instituciones públicas -¿para cuándo un debate sobre el papel que éstas están ejerciendo en el mercado flamenco actual?- le dan la espalda a un artista, éste debe echar mano de empresas privadas para esponsorizar sus actuaciones, pues es la única manera de que los demás sepan de su existencia y le den la oportunidad de mostrar su arte. Ha sido el caso de la gira del cantaor granadino Manuel Lorente junto a la guitarra no menos granadina de Paco Cortés. Dos empresas –EPS (Especialidades Plásticas del Sur) y Artes Gráficas San Print-, ubicadas ambas en Santa Fe (Granada), han colaborado en el patrocinio de la misma, que ha llevado a cantaor y guitarrista, durante los meses de abril y mayo, por las localidades de Andújar, Lepe, Adra, Atarfe, Estepona y Cabra (actuación aplazada por un conflicto en las fechas). No es un caso único, ni ha sido el primero ni será el último, esperemos. Existen precedentes y en la actualidad algunas empresas dedican parte de sus beneficios a patrocinar parcial o totalmente espectáculos flamencos: giras de un cantaor, como es el caso que nos ocupa,  de una compañía flamenca, o espectáculos concretos que se estrenan para la ocasión. Ahí tenemos los casos de la Fundación Banesto, La Caixa, Caja San Fernando y Unicaja.

    Pero centrándonos en los conciertos flamencos, que han tenido como excusa la presentación de su primer disco flamenco, titulado “Decante Flamenco”, hemos de decir que han sido distintos los escenarios escogidos, aunque las Peñas Flamencas han tenido un protagonismo evidente, por cuanto han acogido a un cantaor de corte clásico pero con un concepto propio del cante que no tiene por qué ser coincidente –de hecho no lo es estéticamente- con el concepto clásico que tradicionalmente se atribuye –no siempre con razón-  a las citadas instituciones flamencas.

    Un magnífico recital cerró el ciclo, el pasado día 27 de mayo, en la Peña Flamenca de Estepona, tierra cantaora por excelencia, vivero de artistas y con una afición de las llamadas exigentes. Junto a la guitarra ya citada, representante genuina de la mejor escuela granadina del toque flamenco, Manuel Lorente fue desgranando una serie de palos flamencos, desde la taranta a la soleá, la malagueña, las alegrías o los tangos, que dejaron sobre el escenario su marchamo personal, su entrega y su profesionalidad. Su actuación no dejó indiferente a nadie. Y todos coincidían en su apreciación de aficionados: “Es un cantaor distinto”, me decían a la salida.

Paco Vargas