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Festivales de Vélez de Benaudalla y de Ojén

Festivales de Vélez de Benaudalla y de Ojén

Paco Vargas
Paco Vargas

II FESTIVAL FLAMENCO DE VÉLEZ DE BENAUDALLA

Patio del colegio público, 29 de julio de 2006

MANUEL LORENTE VUELVE A SU TIERRA PARA TRIUNFAR

Paco Vargas

Vélez de Benaudalla es un pueblo de la provincia de Granada, a caballo entre el Valle de Lecrín, el Mediterráneo y la Alpujarra, que surge esplendente coronado por su Castillo del siglo XVI –hoy habilitado como Centro de Interpretación Histórica-, construido sobre el antiguo castillo árabe, donde se hunde la raíz histórica del que fuera Bâllis Banu ‘Abd-Allah (“Valle del Hijo de Siervo de Dios”). Y allí, después de varios  años, se ha recuperado el festival flamenco por mor de un grupo de aficionados, entre los cabe destacar a Antonio Illescas “Antoñín”, y gracias a la sensibilidad de Pilar Peramos, actual Alcaldesa de esta bella localidad, que merece la pena ser visitada por su historia, sus monumentos, sus lugares de interés –el Jardín Nazarí, con más de quinientos años de antigüedad-, sus fiestas de moros y cristianos, o su gastronomía.

Esta segunda edición  ha cambiado con respecto a la primera por cuanto han sido tres los artistas participantes, cumpliendo con las reglas que debieran regir los espectáculos flamenco de ahora: escenario adecuado, luces y sonido de acuerdo con las técnicas actuales, y una duración –dos horas- que es el tiempo de cualquier espectáculo sea cual sea la música que se exponga. Tiempo flamenco que fue iniciado por la joven cantaora granadina Sara Heredia, hermana de la más conocida Chonchi Heredia, hecha en las cuevas del Sacromonte y curtida en los más dispares escenarios, que junto a la guitarra de Paco Cortés, uno de los mejores guitarristas de acompañamiento que disfrutamos en la actualidad, interpretó taranto y taranta al estilo de Fernando el de Triana, cartagenera de Chacón, soleares de Utrera y Cádiz, tientos con tangos de la tierra y unos fandangos del Albaicín que a nadie dejaron indiferentes. La segunda parte estuvo protagonizada por Manuel Lorente y Paco Cortés, que cerraban así una larga gira por España: alegrías de Cádiz, malagueñas de El Mellizo en la versión de Aurelio Sellés, soleares que nos trajeron los ecos de Cádiz, de Tomás y de Caracol, unas tarantas con marchamo de la casa y unas jaberas del barrio de la Trinidad (Málaga) para hacerlas definitivas en la tierra que lo vio nacer. De acuerdo con Baltasar Gracián, Manuel Lorente aplicó la máxima “Lo bueno si breve, dos veces bueno”. Y acertó, toda vez que el artista sacrificó la cantidad en pos de un logro superior, pues desde el primero hasta el último cante interpretado hubo momentos de mucha calidad y no poca expectación, tanta que el respetable se quedó con ganas de más cante. Pero el arte flamenco nunca se vendió por arrobas, sino en dosis pequeñas, únicas e imperece

OJEANDO FESTIVAL: UNA NUEVA PROPUESTA DE ESPECTÁCULO

Paco Vargas

Durante tres días -21, 22 y 23 de julio-, en distintos escenarios –unos con mejores condiciones que otros, un problema a corregir en posteriores ediciones-, por la encantadora villa de Ojén se han paseado múltiples maneras musicales que han propiciado el acercamiento hasta sus calles de gentes variopintas con gustos y conceptos distintos de la música y hasta de la vida ¿Qué es la vida sino una larga pieza de música soñada?

Con la producción de Doctor Aliñao y el patrocinio del Ayuntamiento, junto a la colaboración de distintas firmas públicas y privadas, un sinnúmero de músicos, venidos de distintas partes del mundo, han convertido las calles y plazas en espacios lúdicos y hedonistas donde la libertad ha sido el verdadero alimento espiritual de las criaturas allí congregadas.

Si bien hemos sido testigos presenciales de lo mucho que se podía escuchar y sentir, detendremos nuestra crónica en aquellas actuaciones que por una razón de oficio más nos han interesado: las que tenía algo que ver con el flamenco o aquellas otras que se pueden calificar sencillamente como flamencas.

Así las cosas, el primer día, en el escenario “Una copita de Ojén”, mal situado cerca de la plaza en un lugar de paso, nos llevamos la primera sorpresa agradable del festival: cuatro jóvenes y guapas mujeres –dos guitarras flamencas, un violín, un cajón y una voz- nos emocionaron con su flamenco personal, de ahora y de siempre, que interpretan de acuerdo a su propia estética y un concepto formal que ya lo quisieran para sí más de un artista de los consagrados: tangos de la Repompa de Málaga, tanguillos, cantiñas, rumbas y bulerías de Manolito el de María fueron suficientes para perfumar los corazones de quienes las escuchábamos entre sorprendidos y embobados. Un placer para los sentidos, sin duda, regalado por “Las Migas” cuyos ingredientes principales son cuatro mujeres de Berlín, Sevilla, Barcelona y Toulouse. No dejen de probarlas donde se las ofrezcan.

Ya de madrugada, en el escenario “Ojeando”, Tomasito, el más rokero de los flamencos de Jerez, caldeó el ambiente para que Tabletón, los más flamencos de los rokeros malagueños, llenaran el cielo de esplendente nostalgia y música de la mejor factura.

El domingo, 23, en el peor escenario de los diseñados por la organización, Alba Molina –hija de Lole Montoya y Manuel Molina- y Vicky Luna, integrantes ambas del grupo “Las Niñas”, nos recordaron que llevan el flamenco dentro aunque su concepto del mismo esté en las antípodas del cante clásico. Luego, tras arreglar ciertos problemas de coordinación, el guitarrista flamenco Daniel Casares, nacido en Estepona y reconocido por la crítica musical de Nueva York, puso la plaza boca abajo, en una magnífica actuación junto a una formación de cuatro músicos ( flauta, guitarra acústica y voz, y  percusión) que ayudaron con su oficio y entrega a la consecución del éxito. No pudimos, en fin, asistir la jam session que había prevista, tras la actuación de Lito Blues Band, como “Homenaje a la guitarra malagueña”, pues por problemas que desconocemos se tuvo que suspender a última hora. Pero a pesar de todo, un éxito que se debe repetir el próximo año.