Mudéjares murcianos
En el platillo opuesto se hallaban los Ordenamientos del rey Juan II dictados a comienzos del siglo XV y por los que se anularon algunas concesiones y se obligaba además a la población morisca a llevar ciertas marcas sobre la ropa que les diferenciase. Este aspecto de la normativa estaba inspirado por las predicaciones de fray Vicente Ferrer y el resultado fue realmente discriminatorio y humillante.
Si tenemos en cuenta que al Alcalde de la Morería (asesorado por un consejo de ancianos, los ¿Viejos de la Aljama¿) lo elegía el Concejo cristiano, la presión del día a día, llegó a ser muy fuerte; pero si además a esta circunstancia añadimos la inundación en 1424 que destruyó 600 casas en el área extramuros de La Arrixaca, no debe extrañar que a finales del siglo XV apenas quedaran en la ciudad 150 mudéjares de los diez a doce mil que la habían habitado a mediados del siglo XIII. Teniendo en cuenta que en 1501 se había ordenado la conversión obligatoria, para 1610 había en las pedanías de la ciudad algo más de 660 moriscos que se concentraban sobre todo en La Raya, Javalí Nuevo, La Ñora, Era Alta y La Puebla.. En el resto de la Región existían unos 12.000 distribuidos entre Abanilla-Fortuna, Valle de Ricote (Ricote, Villanueva, Blanca, Abarán), Pliego y Alcantarilla. En estas aldeas los mudéjares desarrollaban las siguientes profesiones: agricultores, pescadores (en la zona costera), arrieros, carniceros, albañiles, carpinteros, esparteros, herreros, juglares, mesoneros y jornaleros.
Volviendo a los problemas que sufrían los moriscos o mudéjares bajo el gobierno cristiano, veamos algunos ejemplos ilustrativos de esas ya mencionadas normas que tan difícil les hacía la convivencia:
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Ningún morisco podía tener autoridad alguna sobre los cristianos fuese cual fuese su condición y categoría social.
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Tenían prohibido compartir mesa o vivir bajo el mismo techo con cristianos.
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Las penas eran tan severas que las relaciones sexuales con cristianos de cualquier sexo eran impensables.
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Tampoco se permitía a los moriscos tener tiendas fuera de la aljama.
Pasaron los años y, finalmente, en enero-febrero de 1614 se expulsaba por el puerto de Cartagena a los que aún quedaban en la Región. Es difícil imaginar la dársena poblada por decenas de barcos saliendo cargados de pasaje y entrando vacíos a recoger más familias de miles de murcianos, lanzados contra su voluntad a la aventura de un destierro ignoto. Sus principales destinos fueron las islas Baleares y Cerdeña, pero también de ellas serían arrojados rumbo a otros países como la actual Italia, Francia y sobre todo el Norte de Africa.
Al otro lado de Gibraltar les fue mal, no tenían en común con aquellas gentes más que la religión y llegaban empobrecidos. Les trataron mal, de hecho, muchos de ellos fueron esclavizados u obligados a enrolarse en barcos de piratas berberiscos o de corsarios que luego atacarían las costas de la Región, desde Aguilas hasta Cartagena .
Salieron unas 1.700 personas oriundas de Abanilla-Fortuna, más de 2.500 del Valle de Ricote, 1.000 de Pliego y otros tantos de las pedanías de Javalí, La Ñora o La Raya. Quedaron vacías poblaciones como: Albudeite, Ceutí, Campos, Lorquí, Cotillas... y todo pese al informe favorable que firmara fray Juan de Pereda en 1612 para que se les permitiera quedarse. Clandestinamente, muchos de los expulsados acabaron volviendo y a escondidas se instalaron y ocultos permanecieron durante siglos en el Valle de Ricote, Albudeite, Fortuna y Abanilla. Tanto es así que Jerónimo Medinilla, visitador de la Orden de Santiago, redactó un informe en 1634 en el que hacía constar su sorpresa al constatar la gran cantidad de moriscos que había en algunos pueblos de Murcia.