Presencia romana
Desde principios del siglo I a.C. Totana recibió el influjo de la romanización. Aunque la mayor prosperidad la alcanzaría en época tardorrepublicana, muy en relación con el desarrollo de los núcleos próximos. Las villas romanas del área de Totana se dedicaron a la explotación agrícola de la tierra, concretamente el regadío. Para ello aprovecharon las aguas del río Guadalentín, conducidas por acueductos como el de Espuña.
El actual núcleo urbano de Totana
La investigación arqueológica se ha centrado poco en la Totana romana. El asentamiento del actual núcleo urbano se ha identificado como una 'mansio', una estación de postas de la Vía Augusta que recorría el Valle del Guadalentín, uniendo Carthago Nova (Cartagena) con Cástulo (Linares).
El testimonio más importante de la huella de la civilización romana en Totana es un miliario hallado por los frailes franciscanos al realizar la cimentación del convento de San Buenaventura (siglo XVII). Aunque desapareció, se sabe que presentaba una inscripción relativa al emperador Augusto, que reparó la vía en en los años 8-7 a.C. También se descubrió un fragmento de calzada romana, de grandes losas colocadas sobre una capa de tierra y arena apisonada. Otros restos importantes los ha proporcionado la epigrafía. Destacan las lápidas funerarias de Fabato (siglo I d.C.) y de Mystico (siglos II-III d.C.).
En cuanto a la cerámica, destacar un olpe romano (especie de jarra) pintado según tradición íbera, aparecido en la calle San Antonio. Estos restos encontrados atestiguan la existencia de un núcleo de población romana con la misma distribución urbana que la actual Totana, a lo largo de La Rambla. El emperador Augusto la convirtió en capital de distrito, pero en el año 216 d.C. el emperador Caracalla trasladó la capital a Eliocroca, la actual Lorca.