El género Caulerpa (Chlorophyta, algas verdes) incluye, aproximadamente, 85 especies y un gran número de variedades. En el Mediterráneo, junto con la especie nativa Caulerpa prolifera, existen diversas especies alóctonas de este género, de las que Caulerpa taxifolia y Caulerpa racemosa han demostrado un alto potencial invasor formando extensas praderas sobre una gran variedad de sustratos.
Aunque Caulerpa taxifolia es más conocida por su rápida expansión en el Mediterráneo a partir del escape fortuito de un acuario del Centro Oceanográfico de Mónaco en 1984, el potencial invasor de Caulerpa racemosa es mucho mayor. Estudios taxonómicos sobre esta especie han revelado la coexistencia en el Mediterráneo de tres variedades diferentes, si bien parece que tan sólo una de ellas presenta capacidad invasiva: Caulerpa racemosa var. cylindracea, originaria del sudoeste de Australia.
Caulerpa racemosa se introdujo en el Mediterráneo por el canal de Suez. La primera cita de esta especie fue en el puerto de Sousse (Túnez) en 1926, pero hasta los años 90 no presentó o no se detectó su tendencia invasora. Su expansión comenzó por el Mediterráneo oriental extendiéndose rápidamente por Libia, Italia, Grecia, Albania, Chipre, Francia, Turquía, Malta, Croacia, etc. En 1998 aparece en las islas Baleares (bahía de Palma de Mallorca), más tarde, en 1999, en Castellón, sudeste de Mallorca e Ibiza. En 2001 llega a las costas de Alicante, dos años más tarde se detecta en Santa Pola, en 2005 se observa en la Región de Murcia y sólo un año despúes en Argelia. Este año 2009, también se ha constatado su presencia en el Parque Natural de Cabo de Gata (Almería).
El Mediterráneo es una de las áreas más afectadas por especies marinas invasoras, albergando unas 750 de éstas, entre las que se encuentran las del género Caulerpa.
Diecinueve años después de iniciar su expansión en el Mediterráneo Caulerpa racemosa ha colonizado 12 países, incluidas sus grandes islas, así como las Canarias y otras zonas del océano Atlántico.
Desde su primera observación en el Mediterráneo no se ha detectado una disminución de la superficie colonizada, aunque algunas praderas del sudeste de Francia y Turquía parecen haber sufrido cierta regresión, principalmente atribuida a la existencia de condiciones ambientales desfavorables como las temperaturas extremas, la alta abrasión o el elevado hidrodinamismo.