Marco histórico
El 'Rey Sabio', como también se conoce al monarca, fue el precursor de la transición del feudalismo al Estado moderno, en el que la Iglesia y los nobles vieron cómo su poder se fue progresivamente sometiendo a la autoridad central del soberano. Esto es importante porque la Europa del siglo XIII se caracteriza por un conjunto de reinos y principados cristianos (excepto Granada), lo que supone su dependencia moral de la Iglesia de Roma. Se produce en este siglo un desarrollo económico y social, aunque aún se puede hablar de señores feudales y campesinos como dos grupos tan antagónicos como arraigados en la sociedad de la época. Aparecen las grandes ciudades y es el momento para el movimiento de las universidades, las enciclopedias, compilaciones históricas o el arte gótico.
Los intelectuales reconocen tres focos de influencia y poder social, acordes con la nueva mentalidad: el poder religioso o sacerdotium, el imperium o poder de los reyes y príncipes, y el studium o poder intelectual. Así, todos los reyes del siglo XIII (Luis IX, Federico II, Alfonso X, Eduardo I) han sido legisladores y compiladores de series legislativas o históricas, especialmente encaminadas a reforzar su figura política, dentro de esta nueva realidad económica y social.
La Iglesia, por su parte, continúa la reforma iniciada en el siglo XI con Gregorio VII, y trata de reforzar su autoridad frente a los monarcas, organizar cruzadas contra los musulmanes para frenar su expansión y reformar moralmente el clero. Pero lo cierto es que a finales del siglo XIII esto todavía no se ha conseguido, porque muchos reyes siguen imponiendo su poder sobre el eclesiástico, los musulmanes continúan con sus victorias y no se reforma moralmente al clero. Aunque no se puede olvidar que el siglo XIII tiene sus aspectos positivos para la Iglesia, ya que es en este momento cuando aparecen las órdenes mendicantes (dominicos y franciscanos), lejos de cualquier sospecha de inmoralidad, y la convocatoria de Inocencio III, en 1215, del IV Concilio de Letrán. Y es que en Castilla y León (reino al que pertenecía Murcia) la Iglesia tuvo un papel privilegiado con un poder económico, social y político bastante importante.