Es de sobra conocida la actividad de González Moreno como imaginero, con la creación de decenas de tallas de madera policromadas destinadas a procesionar por parte de hermandades y cofradías de la Semana Santa de Murcia u otros lugares.
Labor recuperadora
En este sentido, la obra de González Moreno comienzo ya en 1939, con un primer vínculo con la tradición escultórica religiosa de Murcia en su colaboración con la Junta de Bellas Artes dedicada a la recuperación de obras de arte destruidas tras la Guerra Civil, siendo uno de sus trabajos más reconocidos la restauración del Cristo de la Preciosísima Sangre de Nicolás de Bussy.
Entre 1939 y 1941 el escultor llevaría a cabo uno de sus grupos escultóricos más reconocidos, el Santo Entierro que sale de la Iglesia de San Bartolomé de Murcia, llevando a cabo casi al mismo tiempo, en 1940 concretamente, el Cristo de la Agonía de Cieza.
Durante los años cuarenta se sucederían obras muy significativas, trabajando en varias piezas para la Cofradía del Santo Sepulcro de Murcia, los marrajos de Cartagena y municipios como Cieza, Jumilla y Mula.
La temática del entierro de Cristo o su figura yacente se repetiría a lo largo de la obra religiosa del escultor, llegando a ser requerida en lugares vecinos como Villena, Albacete o Burgos, recurriendo a las figuras de grupo piramidales, que recuerdan a Miguel Ángel.
Multitud de encargos
No sólo hermandades de semana santa requerirían la obra del escultor de Aljucer, Alguazas recuperaría a su santo patrón San Onofre, obra de Roque López destruida y que González reinterpretaría, al igual que haría con la patrona de Torres de Cotillas; la ciudad de Murcia exhibiría su Inmaculada Concepción en 1954 y el Santuario de la Fuensanta quedaría ornamentado con medallones con bajorrelieves.
En todas estas piezas González Moreno sigue la tradición escultórica barroca de Murcia, el naturalismo salzillesco, seguido por compañeros admirados por él como José Capuz o Clemente Cantos, la caracterización de personajes, las vestimentas ya utilizadas en el XVIII, y los tipos clásicos y queridos por el público, algo que se repite en sus iconografías de Cristos y Apóstoles. Las concesiones que González Moreno se permite para añadir originalidad en su obra son esporádicas y siempre entendidas por un público acostumbrado a lo que considera tradicional.