Durante el  imperio romano se desarrolló la explotación de las canteras de piedras, granitos y mármoles de la Región de Murcia, hecho que determinó la construcción en sus proximidades de vías de comunicación que facilitasen el transporte del material. De este modo, ya fuera por  vía fluvial o terrestre, se permitió la cómoda distribución de un producto demandado desde centros urbanos como Carthago Nova, ciudad que desde el siglo I d.C experimenta un intenso proceso de monumentalización que demanda una gran cantidad de piedra.

Para satisfacer la gran demanda de materiales pétreos que se produce desde Carthago Nova se hizo necesario iniciar la explotación de canteras locales situadas en un radio inferior a los 12 kilómetros de la ciudad, aunque  también se documenta la utilización de materiales de zonas mucho más alejadas (Italia, Asia Menor) empleados casi siempre para la elaboración de conjuntos escultóricos o para servir de soporte a inscripciones epigráficas.

Presionadas en su parte Sur por el crecimiento urbanístico, las canteras se encuentran parcialmente ocupadas, y en gran medida rodeadas, por cultivos tradicionales de secano (algarrobo y almendro principalmente) que aún conservan el paisaje que las ha caracterizado a lo largo de más de 2000 años; las diversas alturas y formas de sus cantiles, parcialmente ocupados por la vegetación natural, les proporciona además una gran belleza paisajística y monumentalidad.