CALIFATO DE CÓRDOBA

El Califato constituye la etapa de mayor esplendor de Al-Ándalus y abarca entre el 929 y el 1031.


RED HIDROLÓGICA DE MURSIYA

Los musulmanes crearon la red hidrológica de la ciudad durante el Califato, basada en el Azud o Contraparada y en las acequias Alquibla y Aljufia.


El Califato de Córdoba es el sistema de gobierno implantado en Al-Ándalus entre el año 929 y el 1031 y constituye la etapa de mayor esplendor de su Historia. Abderramán III proclamó la plena independencia de Al-Ándalus respecto al Califato Abbasí de Bagdad. El califa constituía la máxima autoridad política y religiosa sobre la comunidad de creyentes musulmanes (umma).

Abderramán III (929-61) consiguió la pacificación de Al-Ándalus con la derrota de la rebelión muladí de Omar Ibn Hafsún e impulsó la expansión territorial por el norte de África con la conquista de Ceuta, Melilla y Tánger. El primer califa de Al-Ándalus ordenó la construcción de una nueva Corte en las afueras de Córdoba, denominada Medina Zahara, la ampliación de la Mezquita de Córdoba y la construcción de un nuevo alminar. El líder andalusí fomentó el desarrollo del comercio con Sudán en el norte de África (ruta del oro) y con el Imperio Bizantino en el Mediterráneo. Los beneficios económicos y el incremento de la presión fiscal sirvieron para la financiación del lujo en la Corte andalusí.

Alhakem II (961-76) concluyó las obras de ampliación de la Mezquita de Córdoba y la construcción de Medina Azahara. Este califa engrandeció Córdoba, hasta llegar a ser la ciudad más importante de Europa, con la inauguración de una biblioteca con 400.000 volúmenes y el desarrollo de obras públicas como la pavimentación de las calles y la instalación del alcantarillado y el alumbrado público. Alhakem II incrementó la presión militar contra los cristianos en el valle del Duero y creó una flota para combatir las incursiones vikingas en la costa andalusí.

Hisham II (976-1009) delegó el poder político y militar en Muhammad Ibn Amir, conocido como Almanzor ('El Victorioso'). Almanzor instauró una dictadura, con sede en el palacio de Medina Zahira (Córdoba), caracterizada por el terror inflingido a los cristianos en sus campañas militares contra los reinos del Norte peninsular. Las huestes de Almanzor saquearon y destruyeron las principales ciudades cristianas: León, Santiago de Compostela, Zamora, Pamplona y Barcelona. Sin embargo, la frontera peninsular entre el Islam y la Cristiandad continuó en el valle del Duero. La muerte de Almanzor ocasionó un vacío de poder en Al-Ándalus, y abrió una etapa de inestabilidad política, económica y social caracterizada por las guerras civiles y la sucesión de diez califas en apenas tres décadas. Este periodo histórico, denominado 'fitna', provocó la desintegración del Califato en reinos de Taifas en el año 1031. 

En la etapa del Califato, la ciudad de Mursiya experimentó un proceso de continuo crecimiento y desarrollo en su condición de capital de la cora de Tudmir. Los musulmanes diseñaron una red hidrológica para la explotación de la fecunda huerta de Murcia. Esta planificación consistió en la construcción en el siglo X de una presa para el almacenamiento del agua, el Azud o Contraparada, y de canalizaciones para el riego de la huerta con las acequias de la Alquibla (zona Sur-margen derecha) y la Aljufia (zona Norte-margen izquierda). Este sistema de canalizaciones mejoró el sistema de regadíos practicado por los romanos en el valle del Segura en la Edad Antigua. Además, las autoridades del Califato impulsaron el renacimiento de Qartayannat (Cartagena), tras su destrucción por los visigodos, con la repoblación de la ciudad y la construcción de una mezquita aljama y una alcazaba en el siglo X.

Antonio Gómez-Guillamón Buendía