El mantenimiento de los cortejos pasionarios fue posible gracias al concurso de los mecenas. La estructura económica de Cartagena propició el apoyo de grupos, entidades e individuos pertenecientes a una clase acomodada que ostentaba su condición con cierta preeminencia, con una generosidad tan transparente como interesada. Este altruismo proporcionaba a sus protagonistas un reconocimiento y complacencia general por parte de las hermandades. La larga lista de mecenas ha sido interminable. Veamos algunos.

   Años 20: explendor

    La década de los veinte generó un nuevo ciclo de esplendor. El tercio de la Verónica fue financiado por el Club Taurino de la ciudad y un amplio repertorio de matadores de toros, novilleros, subalternos, mozos de estoques y aficionados salían de penitentes el Viernes Santo de madrugada. El exotismo del cortejo no podía ser más pintoresco: la confluencia de festejo pasionario y tauromaquia daba un toque frívolo y folclórico al desfile. (SERRANO BOTELLA, 1981). La presencia del mundo taurino no quedó reducida a este singular paso. El tercio de La Flagelación fue doblemente protegido por la Marina mercante española y los ases de la torería con los hermanos Girón  al frente (Rodríguez; Narbona, 1960: 443).

    El inicio de las agrupaciones incubó la fiebre por costear sus pasos en un claro ambiente de reciprocidad por parte de mecenas y agrupaciones. Este hecho reportaba ostentación a los donantes y posición social, ya que el maridaje resultaba perfecto. Si a esto añadimos el perfil castrense y aristocrático de los altruistas mecenas, no resulta difícil adivinar el poder de convocatoria de los desfiles en el contexto de una plaza militar por excelencia con un creciente, espeso y ascendente sector de la burguesía mercantil y financiera, deseoso de entroncarse con los peldaños inmediatamente superiores al suyo. 

    Casiano Ros, hermano mayor californio costeó desde 1928 el trono del Prendimiento. Otros adinerados cofrades proclamaron su generosidad y su fe costeando determinados pasos. Así lo hicieron representantes de la burguesía local como Antonio Illán, Pérez-Milá, Linares y Corvalán con La Samaritana; Pascual Sánchez y Antonio Mora contribuyeron al Ósculo; altos empleados de La Constructora Naval  costeaban el Santiago; los donativos para el San Pedro venían de la misma clase social y de militares; García Panadero, Oliva Gauche, Martínez Sala y Moreno, sostenían el de San Juan; el trono de la virgen California fue mantenido por Fernández Vich, López-Bienert y Moncada. A estos se sumará la tradicional subvención municipal. La Peña California cubrió los gastos de la procesión del Silencio.

    Los últimos destellos de la clase aristocrática lucen con ocasión de su demostración pública de fe religiosa, que la canalizan en el festejo pasionario costeando los pasos de su devoción. Beatriz Asensio, Marquesa de Fuente González, hizo donación por la misma década del manto y traje de la Virgen de los Dolores de los marrajos. Los grandes magnates de los negocios alimentarios, mercantiles y financieros dedicaron parte de sus ganancias al mismo fin. Fue el caso del acaparador de harinas Juan Magro, a la sazón presidente de honor y hermano benemérito de la Agrupación de la Santa Agonía que costeó y regaló la imagen del titular, obra de Froxat, también los hachotes (confeccionados por la casa Baillo) y ayudó a comprar el trono (encargado a la casa Prado López) (HERNÁNDEZ CASTELLANOS, 1955).

    El paso de La Samaritana durante muchos años fue amadrinado por el cuerpo de Infantería de Marina, vistiendo asimismo su tercio desterrando el antiguo de samaritanos por elegantes capirotes que vestían túnicas y capuces de terciopelo negro, con amplias capas de paño encarnado. La familia Spottorno, de rancia estirpe militar, donó las joyas que luciría la imagen provenientes de su patrimonio personal.

    Un denominador común de la mayoría de estos mecenas fue el mantenimiento de su status y este compromiso generación tras generación. En el caso que nos ocupa por tradición familiar sus miembros femeninos fueron las camareras de la virgen. La Samaritana se convirtió en uno de los pasos más lujoso por la variedad de sus trajes, ya que cada año estrenaban uno. Solo cambiaban el color. (AGRUPACIÓN INFANTIL DE SAN PEDRO APÓSTOL, 1982). Los propios hermanos mayores no quedaron atrás: el Marqués de Fuente el Sol donó a la cofradía california la colección actual de imágenes talladas por Benlliure y su sucesor Francisco Celdrán Conesa, los grandiosos mantos de las imágenes de la Virgen Dolorosa y de la Esperanza. (LINARES BOTELLA, 1984). El Marqués de Fuente el Sol solía realizar en el parque que rodeaba el castillo que éste poseía en el Barrio de Los Dolores, maravillosas fiestas de noche a beneficio de las suntuosas procesiones cartageneras (JUNTA LOCAL DE TURISMO, 1946).

    Tras la guerra civil, el apoyo del régimen

    Los protectores siguieron cumpliendo un papel indispensable tras la finalización de la contienda civil. La Agrupación del Descendimiento fue de las primeras en ser asistida por destacados falangistas impregnados de un renovado espíritu cristiano que pretendían contagiar al resto de la sociedad. Procesionistas antiguos, algunos de ellos los mismos fundadores, como es el caso de José Zaplana, Ginés Gutiérrez, Félix Pérez y Luís Martínez Coll, pusieron todo el empeño en la reconstrucción de tan popular paso. El alcalde franquista, Manuel López de Andujar predicó con el ejemplo, de la mano del Marqués de Fuente el Sol. (FAURA ARAUJO, 1955).

    En estos momentos de posguerra afloró un entusiasmo revanchista que lideraron destacados cofrades comulgantes de la ideología franquista. Fue el caso de Francisco Linares Buforn, mayordomo de la hermandad California, o el de Juan Moreno Rebollo. Pero, principalmente, hacía falta otro tipo de altruismo con especial influencia y recursos. Fue el caso del Marqués de Fuente el Sol, convertido en hermano mayor y mecenas indiscutible. Posteriormente, su sucesor, Francisco Celdrán Conesa hizo donación en 1953 y 1960, respectivamente, de los grandiosos mantos de las imágenes de la Virgen Dolorosa y de la Esperanza. Tras Celdrán, Juan Alessón López, en su dilatada dirección, impulsó definitivamente la cofradía, cediendo el testigo en noviembre de 1981 a Pablo Francisco López Álvaro. (LINARES BOTELLA, 1984).

    Los hermanos Duelo y, en concreto, Manuel Duelo Vidal, alto empleado del Consejo Ordenador de Construcciones Navales Militares, reclutaron para el paso de la Santa Cena a un amplio grupo de empleados de la factoría naval, recientemente militarizada al acabar la contienda civil del 36, que costearon el tercio. Al suprimirse el antiguo paso de Santiago decidieron fundar un nuevo tercio. A estos cofrades se les unieron otros procedentes de la Asociación de Hijos de María de la Casa de Misericordia, permanentemente vinculados a los desfiles pasionarios en diferentes tercios. Las grandes empresas del sector naval y de la industria del refino de petróleos, de fuerte carácter paternalista y muy relacionadas con las fuerzas políticas dominantes, muy pronto se integraron a través de sus empleados en el festejo pasionario. A la ya mencionada factoría naval se les unieron, al poco de inaugurarse el complejo petroquímico, en los años cincuenta, destacados miembros de la Refinería de Petróleos de Escombreras que fueron a engrosar el tercio de la Virgen California del Primer Dolor. Una agrupación de esta naturaleza no dejó atrás su componente mariano y patriótico. Sus Juegos Florales celebrados con ocasión del cincuentenario de su fundación fueron mantenidos por Carlos Ferrándiz Araujo quien realizó una pieza oratoria auténtica apología de cartagenerismo.  (FERRÁNDIZ ARAUJO, 1980).  

    La posguerra fue pródiga en agradecimientos de las cofradías a sus próceres más significados. Fue el caso de los marrajos Manuel Ruiz González que enriqueció con su aportación el tesoro artístico de la cofradía con un soberbio tercio de judíos o, de nuevo, el hermano Antonio Ramos Carratalá, gracias al cual en 1943 se estrenaría nueva imagen de La Soledad, y los hermanos Ángel Gómez y Francisco Vera por su éxito en la Petitoria. (Cofradía Marraja: Libro de actas cabildos generales, 2-4-42).

    Años 60, otros apoyos

    Avanzado el siglo, en los años sesenta, con la estabilización económica y sin las penurias de atrás, uno de los sectores empresariales más floreciente, el de la alimentación, quiso aportar parte de sus beneficios al sostenimiento de la Agrupación de Jesús a Santo Tomás. La empresa de mayoristas de frutas -Inglés y Jiménez-, ubicada en el mercado-lonja de Cartagena, fue su fundadora a través de un grupo de detallistas de alimentación y algunos de los socios y empleados de la mencionada empresa. Los mecenas fueron los mayoristas de frutas de la Lonja de Cartagena y los detallistas de alimentación y fruteros de todo el término municipal. (AGRUPACIÓN APARICIÓN DE JESÚS A SANTO TOMÁS, 1988: 23-24).