Los juegos al aire libre se convertían en el momento de diversión para los niños y en la evasión de su realidad cotidiana para los adultos.

Juegos de adultos

Los hombres solían acudir a la caída de la tarde a los colmados, tabernas o ventorrillos donde, al tiempo que bebían algún vaso de vino, se distraían jugando a los bolos, el caliche o las apuestas. Otros juegos de mayores son los bolos cartageneros o el tallón, este último jugado con perros gordos lanzados hacía una raya en el suelo ganando el resto de monedas quien más se acercaba a la línea.

Existían otro tipo de juegos, hoy prácticamente desaparecidos, realizados por los adultos durante el intermedio de los bailes tradicionales, matanza del cerdo, rifas o en el descanso de las faenas agrícolas. Lo más característico de este tipo de juegos era que la persona encargada de ejecutarlos tuviera gracia y desparpajo, haciendo reír de ese modo a los presentes ya que el tema del mismo era algo secundario. Entre ellos “El juego del marchante”, “Vender las tenajas” o “Juego del dentista”.

Los juegos que practicaban los mozos se asimilaban bastante a los vistos hasta ahora variando su nombre o alguna de las reglas. Algunos son el juego de la mosca, puñete, pedir lumbre, la rueda del apargate, los moros, el tren o tirar la barra.

Juegos de niños

Los niños comenzaban el juego con otro juego utilizado como sorteo inicial. Entre ellos destaca por su curiosa denominación “el ajo”, en el que se realizaban tantos hoyos en el suelo como jugadores participaban y se plantaban en el sitio. Después de “echarlo suertes” uno de ellos tiraba “a dar” con pelotas a los compañeros.

Juegos comunes entre la muchachada eran también las canicas, el escondite, el corro, pillao, las trompas, juegos de príncipes y princesas, tres en raya, zompo, tocino, el Tío Juan de la bellota, ratón y gato, etc.

Dentro del catálogo de juegos de niñas se encuentran los anillos o prendas, las casicas (se colocaban en dos filas y por medio bailaban con las manos en las caderas todas las participantes una detrás de otra entonando varias letras), la cita (muy parecido al escondite), la comba, la rayuela, el tres en raya, el pañuelo o el corro Manolo.

A continuación se exponen algunos juegos y su funcionamiento:

El látigo: una hilera de chicos cogidos de la mano comenzaban a correr. Los más fuertes se colocaban en un extremo. En medio de la carrera frenaban produciendo un efecto de látigo con el que los ubicados en el otro extremo cogían gran velocidad llegando incluso a caer.

El pulso: dos jugadores sentados, con una mesa por medio, intentan llevar el brazo del contrario hasta que toque la mesa, ganando el que lo consigue.

Alfileres o palillos: se colocaba un alfiler o palillo en el suelo, desde arriba y a una distancia convenida se iban dejando caer otros con la intención de montarlos en el que se encontraba depositado previamente. Quién lo conseguía era el ganador.

Anillo: todos los niños estiraban los brazos con las manos extendidas y uno de ellos era el elegido para dar el anillo a otro al azar. Después, el primero, localizado en el centro de todos, tenía que adivinar quién era el portador del anillo y si no acertaba entregaba una prenda a modo de penalización.

Los cantaricos: juego localizado en los campos de Moratalla en el que un niño o niña de edad temprana cogía sus manos por debajo de las piernas para ser porteado por otros dos hasta una fila a la manera de cántaro. Si el infante transportado se soltaba se gritaba ¡que el cantarico está roto!

Escoba: era un pasatiempo muy divertido que requería algo de ingenio. Por sorteo, un participante con los ojos vendados y provisto de una escoba se sentaba en una silla mientras que los demás se instalaban de píe alrededor del mismo, situados de tal manera que pudieran ser alcanzados por los escobazos. Cuando alguien era golpeado tenía que indicarlo diciendo ¡gato!, y si era reconocido por la voz ocupaba el sitio del portador de la escoba liberándolo.

Pico-pared: un juego realizado normalmente por niñas en el que una de ellas solía apostar en la pared y las otras trataban de alcanzar ese muro procurando no ser descubiertas. El dicho utilizado era: Uno, dos, tres/Pico y pared.