Aunque las fuentes no proporcionan mucha información al respecto, no sería aventurado considerar, al menos como hipótesis, la existencia de un sistema administrativo impuesto por los Bárquidas en la Península que, por lógica y experiencia histórica, no debió diferir mucho del utilizado por los cartagineses en sus dominios africanos y sardos.

     Los elementos constitutivos de tal sistema serían los siguientes:

1. En primer lugar, una distinción clara entre los súbditos y los aliados de los cartagineses, que entraña así mismo una diferencia de trato de las tierras anexionadas por derecho de conquista de aquellas otras que permanecieron en manos de los aliados, autóctonos o fenicios peninsulares, de los cartagineses.

2. Un segundo elemento constitutivo del sistema de gobierno y administración cartagineses en la Península y, por lo tanto, aplicable a la ciudad de Cartagena, obra en gran parte de Asdrúbal, parece haber sido un sistema político de pactos y alianzas, sancionado en ocasiones por medio de matrimonios como los de Asdrúbal y Aníbal con hijas de algunos importantes jefes locales.

3. El tercer elemento del sistema de los Bárquidas fue la colonización, instrumento necesario para la creación de bases sólidas de apoyo a su actuación, tanto en el terreno militar como el político. Esta colonización operaba de dos maneras. Una mediante la creación de ciudades, política inaugurada por el propio Amílcar con la fundación de Akra Leuke. La fundación de Cartago Nova por Asdrúbal se inscribe en esta mima línea y resulta sumamente significativa.

4. Por último, un cuarto elemento de la administración Bárquida en la Península era la política monetaria destinada, sobre todo, a cubrir las necesidades militares y que supuso la aparición de una moneda de plata de prestigio, por la gran calidad de las emisiones, destinada a mantener la confianza entre sus usuarios, y un vehículo de propagación del poder carismático de los Bárquidas.

Asdrúbal 'El Bello'

   Tras la muerte de Amílcar, Asdrúbal fue proclamado por las tropas comandante en jefe, según una costumbre en boga en los ejércitos helenísticos de la época. El gobierno de Cartago, en el que era ascendente la influencia de la Asamblea del Pueblo, ratificó el nombramiento (Polibio, II, 1, 9). Tras recibir refuerzos de África se dedicó a la pacificación completa de la Oretania, tal vez para vengar la muerte de Amílcar o por la simple necesidad de ejercer un control efectivo sobre la riqueza minera de la región y los caminos que conducían a la costa. O por ambas cosas.

   Muchas poblaciones fueron sometidas y sus ciudades reducidas a la categoría de tributarias. Luego, emprendió una política de acercamiento a las poblaciones autóctonas, desposándose con una princesa indígena, lo que le granjeó la amistad de las aristocracias locales, llegando a ser aclamado como jefe supremo de los íberos. En palabras de Polibio (II, 36, 2) ejerció el mando con cordura e inteligencia, mientras que Tito Livio (XXI, 2) destaca su preferencia por los métodos diplomáticos frente a los militares. Obtenido de esta forma el control de amplios territorios en el Sur peninsular, Asdrúbal fundó, en las cercanías del Cabo de Palos, una ciudad para convertirla en centro político, económico y estratégico, a la que denominó Qart Hadast, dándole por tanto el mismo nombre que a la metrópolis, siendo conocida por los romanos como Carthago Nova.