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Caravaca de la Cruz

Rafael Tejeo

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Retrato de mujer [Caravaca_Rafael Tejeo]
Retrato de mujer

El gusto por los grandes estilos pictóricos del siglo XIX

     La obra de Rafael Tejeo recorre una transición estilística que abarca desde el inicial y neto neoclasicismo, hasta un romanticismo puro. Este último, no obstante, se encontraba lejos del estilo de la obra de grandes maestros románticos como el francés Delacroix. Esta razón hizo que durante sus últimos años padeciera diversas críticas y se apartara de todo para no caer ante las nuevas inclinaciones del gusto pictórico.

Primera etapa: el neoclasicismo

     Dentro de su trabajo como pintor es posible señalar un primer grupo de obras totalmente neoclásicas, tanto por el tema, generalmente mitológico, como por la técnica. Entre ellas destacan: Centauros y Lapitas, Diana y Acteón, La caída de Faetón, que decora una de las bóvedas del Palacio Real de Madrid. También destaca otra obra, aunque sea de contenido religioso, La Curación de Tobías, cuadro que el propio pintor cedió al Santuario de la Vera Cruz de su pueblo natal. Es un trabajo que puede ser adscrito al grupo de pintura neoclásica debido a la frialdad de las figuras y al sereno equilibrio de la composición.

Etapa de transición

     Tras la etapa neoclásica se puede adivinar un periodo de transición, cuyo mayor ejemplo es el gran lienzo que pintó para el Retablo Mayor de la Iglesia de San Jerónimo el Real en 1829. Representa la última comunión de San Jerónimo, y es, al parecer, el cuadro más grande 'de caballete' de los que existen en Madrid. En él, aunque continúa la rigidez de las formas, el tratamiento de las figuras angelicales de la parte superior está próximo a la sensibilidad de los nazarenos.

El periodo romántico

     Finalmente se encuentra su etapa romántica, en la que consiguió sobresalir con obras como Bandido contemplando la cabeza de su compañero, puesta en un palo para escarmiento, en una encrucijada. La presentó en las exposiciones académicas en 1839 y obtendría tal éxito, que inspiró a Fernán Caballero un pasaje de su novela La familia de Alvareda.

     En 1850 pintó el cuadro titulado: Atentado contra los Reyes Católicos en la tienda de los Marqueses de Moya. En esta obra muestra una desusada desenvoltura compositiva y una absoluta pulcritud técnica, con un dibujo preciso y una cuidada reproducción de los objetos. Está realizada con un refinado colorido y sutil gradación luminosa, lo que permite encuadrar estilísticamente la obra dentro del purismo romántico.

     Dentro de este estilo también se incluye la obra con la que participó en la Exposición Universal de París de 1855, El Sitio de Málaga.