En el siglo XVI la renovación política, económica y social del Valle del Guadalentín significó la fundación de la villa de Totana. El lugar fue creciendo en número de habitantes, al tiempo que las inmejorables condiciones naturales con las que contaba la tierra de la comarca para el cultivo provocaron una gran proliferación de explotaciones agrícolas, que servían tanto para cubrir las necesidades de la población local como para generar excedentes, que se destinaban al comercio con las villas limítrofes.

  Nuevos terrenos en el municipio: El Raiguero y la agricultura

  Estos óptimos condicionantes indujeron un incremento de la población, que obligó al Concejo a aumentar los terrenos del municipio hacia las tierras bajas del río Guadalentín, el actual Raiguero. La zona se enmarcaba dentro de un relieve, que se repite insistentemente en el territorio, entre el río y una serie de lomas que forman el reborde meridional del Valle del Guadalentín.

  En la Región de Murcia este tipo de piedemonte horadado por el paso del agua de lluvia se le conoce como raiguero, obedeciendo a la asunción de esta característica la denominación de la pedanía. Las tierras fueron objeto de arrendamientos continuos entre los propietarios de la zona, tal y como consta en documentos conservados en el Archivo Municipal de Totana como, por ejemplo, uno que data de 1555 en el que Juan Medina arrienda a Juan Andreo una parcela en el Corral Rubio.

  El aprovechamiento del agua con la construcción de las presas

  La falta de agua siempre resultó un problema importante para la zona, así que se planteó la construcción de una serie de presas y canalizaciones para su obtención. Los primeros proyectos se retrotraen al reinado de Felipe II, que dispuso una Real Provisión en 1584 para la realización de las obras. Sin embargo, éstas no llegarían a materializarse, es de suponer que por los problemas hacendísticos de la monarquía, de manera que hubo que esperar hasta 1712-1713, ya durante el periodo borbónico, para la ejecución de las obras de embalse. La  presa sería reformada en sucesivas ocasiones, tanto en el XVIII como en el XIX, dado su caracter esencial para la agricultura, que supone hasta la actualidad la actividad económica principal de la pedanía.

  A mediados del siglo XVIII un vecino de Raiguero construyó un pequeño oratorio en honor de un hijo fallecido. Este pequeño edificio, que en principio era de uso particular, con el tiempo sería utilizado con fines espirituales por  los vecinos. Ya en el siglo XX, durante la Guerra Civil, el oratorio se destruyó, para ser reconstruido en la década de los 50' como ermita bajo la advocación de Santo Domingo de Guzmán.