La presencia íbera inaugura el poblamiento de Ceutí

  Las primeras evidencias de ocupación humana en Ceutí corresponden a un yacimiento íbero en el 'Cabezo del Catalán', situado en las cercanías de la pedanía de Los Torraos. Sin embargo, no se ha constatado ningún resto arqueológico en superficie, debido a las roturaciones agrícolas que se practicaron en la década de los años sesenta del pasado siglo XX, teniéndose noticia de su existencia únicamente a través de testimonios orales. La huella del ser humano en Los Torraos es muy difusa tras la invasión musulmana del siglo VIII, extendiéndose esta opacidad hasta el período de la Reconquista cristiana de la zona.

  Un territorio, varios señores

  La alquería de Ceutí y las tierras de Los Torraos fueron donadas a Don Gil García de Azagra tras la rebelión mudéjar de 1264-1266. Parece que Don Gil levantó una construcción defensiva en el interior del poblamiento. Sin embargo, la alquería le fue confiscada por emigrar del reino de Murcia, siendo después asignada por Alfonso X a Jordán Despuig, llamado 'el Alemán', en el año 1274. Los Torraos y Ceutí estuvieron bajo el dominio de esta familia durante las dos décadas siguientes, hasta que en 1295 cayó en manos reales del monarca Sancho IV, que las entregó al maestre de la Orden de Santiago, Juan de Osórez.

  Con la ocupación aragonesa del reino de Murcia, entre 1296 y 1304, la zona estuvo sometida a continuas donaciones entre caballeros catalano-aragoneses, siendo uno de ellos Ramón de Manresa, cuya familia reclamaría la posesión del territorio años después. Una vez finalizado el dominio aragonés, la zona volvió a manos de los caballeros de Uclés (casa principal de la Orden de Santiago) quienes, a pesar de todo, tuvieron que luchar con los descendientes de Ramón de Manresa, que reclamaban Ceutí como posesión suya. El litigio se alargó hasta el año 1332, cuando fue finalmente cedido a la familia aragonesa. Años más tarde ya había cambiado nuevamente de dueño, la familia Claramunt la retuvo hasta el primer tercio del siglo XV, cuando Pedro Claramunt la dividió entre sus hijos, quienes a su vez desmembraron las tierras en sus herencias.