Camaleón Común
Camaleón Común
Vicente Hernández Gil
En los periodos glaciales del Cuaternario, el litoral del sureste de la Península sirvió de refugio a la flora europea mediterránea y templada
En los periodos glaciales del Cuaternario, el litoral del sureste de la Península sirvió de refugio a la flora europea mediterránea y templada
F. Robledano

La diversidad biológica del litoral del sureste se ha forjado a lo largo de milenios de influencia humana sobre el territorio. Lo que hoy contemplamos es el resultado de una intervención humana de baja intensidad sobre unos recursos vivos previamente existentes, que unas veces ha operado en sentido negativo (alteración de hábitats, extinción de fauna y flora), pero otras veces positivamente (diversificación del paisaje, introducción histórica de especies).

Los intercambios biológicos entre continentes han sido intensos a lo largo de la evolución geológica, pero también  durante la historia reciente. Hoy se sabe que una buena parte de las especies que consideramos típicamente ibéricas, como la Gineta (Genetta genetta), el Ratón Moruno (Mus spretus) o el Erizo Moruno (Atelerix algirus), son producto de importaciones antiguas desde África. Actualmente, el Camaleón (Chamaeleo chamaeleo) se expande por nuestro litoral, al liberarse ejemplares importados desde el Magreb como animales de compañía.

Pero la base de esta biodiversidad, la materia prima que ha moldeado el hombre, es el resultado de procesos anteriores comunes a la evolución de los ecosistemas mediterráneos. La biodiversidad mediterránea se origina a partir de un conjunto de supervivientes de la fauna y flora terciaria, que superaron con éxito el impacto de una serie de fluctuaciones climáticas ocurridas a lo largo del Cuaternario. La definitiva implantación del clima mediterráneo hace unos dos millones de años, con su característico periodo de sequía estival, supuso de por sí un factor clave para seleccionar entre esta biodiversidad ancestral a las especies más preparadas para las nuevas condiciones. Otras especies evolucionaron ya en pleno clima mediterráneo, adaptándose en un tiempo relativamente corto a las nuevas condiciones ecológicas.

Pero si algo ha afectado de una forma marcada a este periodo geológico, han sido las glaciaciones del Pleistoceno, periodo del Cuaternario que abarca aproximadamente desde hace 1,8 millones de años hasta el inicio del Holoceno (10.000 años antes del presente). De hecho, para las regiones del Hemisferio Norte el Pleistoceno ha sido descrito como "un periodo frío interrumpido periódicamente por acontecimientos cálidos catastróficos", el último de los cuales estaríamos experimentando actualmente.

Los estudios y reconstrucciones ecológicas de este periodo, revelan el importante papel de la Península Ibérica como uno de los principales refugios glaciales de la flora templada y mediterránea Europea. La mayor parte de los árboles europeos deberían su supervivencia a la existencia de refugios meridionales durante los periodos en los que el centro de la Península era una estepa fría. Estos refugios se localizarían en valles de las Cordilleras Béticas y en el litoral, que retuvieron poblaciones de especies leñosas mediterráneas (encinas y robles, madroños, brezos, lentiscos) y caducifolias (avellanos, abedules, fresnos, olmos, nogales).

En el litoral mediterráneo del sureste persistieron formaciones termófilas con encinas, robles y pinos dispersos, junto a especies de matorral ( cornical, palmito, arto, bayón, oroval, aliaga), y reliquias terciarias como la Sabina Mora (Tetraclinis articulata). La fauna termófila también quedó acantonada en estos refugios cálidos. Con el inicio de la última fase cálida, las especies propias de zonas templadas y húmedas recolonizaron zonas más interiores y septentrionales, viéndose en nuestra región relegadas a zonas de montaña o riberas fluviales. Aunque mucho más rica, extensa y continua, la biodiversidad litoral sería bastante parecida a la que actualmente aparece en sus espacios mejor conservados. Junto a especies que hoy todavía nos acompañan ( Tortuga Mora, Águila Perdicera, Búho Real, Flamenco), este territorio conservaría durante muchos siglos la mayor parte de la gran fauna ibérica (Lobo, Lince Ibérico, Ciervo, Pigargo, Quebrantahuesos, Águila Pescadora, Foca Monje), gradualmente extinguida por la persecución directa del hombre y por la alteración de sus hábitats.

Francisco Robledano