'Huertos, naranjos, palmeras,
verdores, casicas blancas,
el río, acequias, brazales,
hilicos de agua'
En el poema 'Los oäsis de Murcia' de Vicente Medina (1866-1937)
En la escuela, o mucho más tarde en algún ejercicio de psicología, cuando se me pedía que dibujara un árbol, siempre dibujé una palmera. Esbelta, delgada, elegante, entre el cielo y la tierra; firme en el suelo, flexible su tronco y ligeras al viento sus festivas hojas, semejantes a los fuegos artificiales de las fiestas de verano. Supongo que, psicoanálisis aparte, ¿cómo podría haber dibujado otro árbol si mis retinas están llenas de palmeras?, siempre sobresaliendo por encima de los demás árboles y de los tejados de las casas, flanqueando portales de ilustres edificios o en medio de parques y jardines.
Para un ciudadano del sureste español, principalmente de las provincias de Alicante o de Murcia, resulta fácil comprobar la omnipresencia de éstos árboles en sus plazas, en sus campos y en sus huertos: sólo en el municipio de Murcia se calcula que hay unas 10.000 palmeras y en toda la Región unas 150.000. En la citada Provincia vecina destacan los palmerales de Orihuela y de Elche. Este último cuenta con más de 200.000 palmeras en su término municipal y más de 250.000 plantadas en diferentes viveros de la ciudad y cuya primera protección jurídica data de 1943, fecha en que su palmeral histórico fue declarado Jardín Artístico Nacional.
En la Región de Murcia, si bien podemos encontrar palmeras prácticamente por toda su geografía, merecen especial mención los palmerales de Abanilla y los del Valle de Ricote. En estos dos territorios las palmeras contribuyen de manera esencial a su paisaje, no pudiéndose concebir los mismos sin su presencia, que les confieren un cierto aire morisco.
Hay quienes sostienen que el olivo es el árbol de los judíos, el ciprés el de los cristianos y la palmera la de los musulmanes, pero yo soy de los que piensan que los árboles, como los territorios, no tienen fronteras, que somos los hombres los que clasificamos, separamos, dividimos, ponemos límites, que la naturaleza es un todo y yo, particularmente, me siento olivo, palmera y ciprés.
Autor: Julio Pedauyé Ruiz