Las guindas son los pequeños frutos del guindo o Prunus cerasus, un árbol caduco de la familia de las Rosaceas que puede alcanzar los 10-20 metros de altura y cuya especie silvestre es la antecesora de todas las variedades actuales de guindas, cerezas y picotas.

    Las guindas poseen forma redondeada, con aspecto de corazón y un hueso prácticamente liso en su interior (son drupas, ya que un cuerpo carnoso rodea a la semilla o interior leñoso). Posee un diámetro de entre 13 y 20 mm y un peso comprendido entre 6 y 9 gramos. La aspereza de su piel hace que en cocina se suelan utilizar confitadas.

    Los colores de este fruto dependen en gran medida de la maduración, alcanzando tonalidades rojas intensas, casi moradas.

    Su carne es algo blanda, pero muy jugosa y con toques ácidos.

    Variedades

    Algunas de las variedades más significativas de guinda se encuentran en las zonas septentrionales de Europa y reciben los nombres de Richmond, Montmorency y Morello.

    Dentro de la especie Prunus también se encuentra la Prunus avium o cereza, muy similar a la guinda pero de sabor dulce y tonalidades de rojo rubí. Entre éstas destaca el cultivo de las variedades Napoleón (especialmente producida en España como fruta de mesa), Tártara negra, Ambrunesa, Burlat, Starking, Summit, Vittoria, Lapins, Sandy y Picota.

    En la actualidad también se pueden encontrar en el mercado variedades híbridas.

    Cultivo

    El guindo es un árbol con buen rendimiento en cualquier región que goce de un clima templado y altitud máxima de 500 m.s.n.m. Es una especie que tolera muy bien el frío, aunque cuando los valores térmicos bajan de los 0ºC sufre daños en sus flores (florece en primavera).

    Tres meses después de la floración aparecen los frutos, ya con temperaturas más cálidas, aunque un cambio brusco en estas fechas puede dar al traste con la cosecha. Necesitan unos valores de precipitación que ronden los 1.200 mm/año, pero nunca en proporciones excesivas durante la maduración del fruto, ya que es posible que se agriete su piel tras hincharse el fruto.

    El sustrato idóneo para el cultivo del guindo es aquel que le proporciona buen drenaje y aireación, suelos pesados situados en suaves laderas de montañas o secanos relativamente frescos.

    Las guindas se recolectan cuando la mayor parte de su superficie presenta tonalidades de un rojo intenso, siendo recogidas junto a su pedicelo (péndulo que la sujeta al tallo), evitando así su rápida pudrición.

    Las guindas no continúan madurando tras su cosecha, son un alimento no climatérico, por lo que resulta indispensable que alcancen el punto óptimo de maduración en el árbol.