Los jínjoles pueden ser consumidos cuando todavía están verde-amarillentos, en cuya etapa resulta de carne quebradiza y sabor dulzón semejante a las manzanas o, cuando han madurado y adquieren un color rojo, etapa en la que pierden humedad y su interior se hace esponjoso, resultando un sabor y textura más similar al dátil.

En los frutos podemos encontrar hasta un 10% de taninos, glucósidos, abundante vitamina C y abundante mucílago. En la corteza tenemos también taninos (aunque en menor cantidad) y en las hojas hallamos glucósidos, taninos y algunos ácidos raros, como el ácido zizífico. Estas composiciones confieren distintas propiedades a cada parte de la planta: el fruto es principalmente demulcente y vitamínico; la corteza tiene propiedades astringentes y se emplea ampliamente como antidiarreico; y las hojas -además de ser astringentes- tienen propiedades que rebajan el nivel de azúcar en sangre.

Por tanto, corteza y hojas se usan principalmente en el tratamiento de la diarrea, usándose el fruto por el contrario en estados de estreñimiento y las hojas en diabetes moderada. En uso externo, la corteza y las hojas se utilizan en faringitis, vaginitis, eccemas y escoceduras.  Los frutos se pueden comer en estado fresco o desecado y poseen un suave efecto laxante debido a su gran cantidad de mucílago.

En la Región de Murcia era hasta hace bien poco la fruta típica de las ferias de septiembre y se vendía en fresco en cartuchos de papel de estraza. Los chavales, a falta de tamagochis y videoconsolas, jugábamos a ver quien escupía sus huesos más lejos (sano ejercicio para aumentar la capacidad pulmonar).

Gastronomía

Con los jínjoles desecados podemos hacer un licor casero tipo 'pacharán'. Para ello introduciremos en las botellas anís dulce y los jínjoles secos.

Conviene ser generosos en la cantidad de jínjoles que agregamos a cada botella con objeto de que en el licor resultante sobresalga el sabor a jínjoles por encima del de anís y, además, conseguir este efecto cuanto antes, reduciendo el tiempo de espera antes de su consumo.

En todo caso, se deja reposar unos meses en botella, procurando no probar de vez en cuando 'por aquello de ver cómo va la cosa', ya que corremos el riesgo de quedarnos sin licor cuando más rico esté.