El impacto de pueblos colonizadores en la cultura material ibérica

     El desarrollo de la cultura ibérica está marcado por la fuerte influencia, en todos los aspectos de su sociedad, de diferentes culturas mediterráneas. Las intensas relaciones comerciales que mantuvieron con griegos, fenicios, púnicos y romanos conllevó la introducción de modas y modelos propios de Grecia, Palestina, Norte de África y Roma, respectivamente. Esto se tradujo en un fuerte impacto en su cultura material.

     En lo que respecta a la cerámica, la introducción de piezas de barniz rojo fenicio y púnico, barniz negro y cerámica de figuras rojas y negras griegas, además de producciones procedentes de la Campania (región al sur de la Península Itálica) influyó decisivamente en los gustos estéticos de la sociedad ibérica, que llegaron incluso a fabricar piezas similares, y en algunos casos auténticas copias de los originales, aunque adaptadas a sus técnicas de fabricación y programas decorativos. En este sentido, destacan las producciones de barniz rojo ibérico, tan presentes en los yacimientos de la Región de Murcia, o las imitaciones de formas de cerámica ática, como son los oinochoes (jarras), páteras, cráteras y vasos plásticos entre otros, realizadas en cerámica común, en ocasiones decoradas.

Evolución de las técnicas decorativas en la cerámica ibérica

     Las decoraciones experimentan una evolución dentro de estos cinco siglos de existencia. De un estilo esquemático, donde predominan las líneas y los círculos concéntricos (llamado geométrico sencillo), se pasa a decoraciones más complejas, con la introducción de sectores de círculos, melenas y grecas, entre otros motivos (denominado geométrico complejo). Con el paso del tiempo se generalizan los elementos vegetales y animales, e incluso las figuras humanas. Es en este momento (siglo III-II a.C.) cuando se desarrollan  los dos grandes estilos de la cerámica ibérica: el estilo Elche Archena, también llamado simbólico, y el estilo Oliva-Lliria, denominado narrativo

Los metales

     La influencia mediterránea se puede observar también en los metales. El ejemplo más característico sería el la falcata, espada de hierro característica bien representada en las necrópolis ibéricas. Parece que su origen se puede situar en la Península Itálica, aunque los iberos realizaron modificaciones que a la larga cristalizaron en la falcata o sable curvo, tal como lo conocemos hoy en día. Paralelamente se desarrollaron otras armas de carácter defensivo, como el escudo, y ofensivo, como el soliferreum (lanza arrojadiza) y las lanzas, todas ellos de tradición peninsular.

     Junto a la cerámica y el metal, los iberos utilizaron otros materiales en sus manufacturas. La madera, como prueba los restos de cajitas hallados en El Cigarralejo de Mula y Coimbra del Barranco Ancho, el hueso (con el que elaboraban, entre otros, punzones), la pasta vítrea (importada del Mediterráneo Oriental), el oro y la plata (para fabricar objetos de adorno como pendientes o anillos) y las plantas textiles (como el esparto y el lino).