Si bien debemos recordar que “la tercia” era un impuesto cobrado desde antiguo, tanto por las autoridades civiles, como por las eclesiásticas, que consistía en la tercera parte del grano o cereal  recolectado, almacenado en estas casas;  para entender la razón de la construcción de los pósitos o almacenes de grano, como este de Alhama, debemos atender  a las circunstancias que se generaron en el Reino de España a mediados del siglo XVIII.

Durante la primera mitad del siglo XVIII y en años puntuales, la población de la península sufrió epidemias y hambrunas, estas últimas, la mayor parte de las veces, provocadas por la falta de una infraestructura que permitiera el acopio y correcta distribución de productos básicos como los cereales.

En la crisis y hambruna de 1752 se aumentó el tráfico de cabotaje para las zonas periféricas y costeras, y el sistema nacional de transporte logró acometer el abastecimiento de las grandes ciudades del interior. Sin embargo, las pequeñas zonas rurales quedaban alejadas de esta distribución de productos, con lo que se producían grandes traslados poblacionales hacia las capitales en  busca de recursos de subsistencia.

Para evitar en la medida de lo posible estos traslados que originaban el hacinamiento de población a la intemperie, con el consecuente peligro de extensión de epidemias o motines, el Marqués de la Ensenada, con el apoyo del rey Fernando VI, instituyó, en 1751, la Superintendencia General de Pósitos. Esta institución permitía que hasta la aldea más pequeña tuviera casa de acopio de cereales y caja con monedas.

Sin embargo, estos pósitos eran administrados por los terratenientes y grandes señores de las villas que, en muchos casos, desatendían a la población más humilde y terminaban convirtiendo estos almacenes de especia y moneda en metálico en lucrativos negocios, ya que solían establecer recogidas obligatorias de grano y pagos, por lo que debía ser donado gratuitamente.

Por la inscripción que encontramos en la fachada de esta Casa sabemos que debió ser construido en torno al año 1755, siendo terrateniente y administrador de Totana don Antonio Álvarez de Toledo y Osorio Pérez de Guzmán, marqués de Villafranca Montalvo y los Vélez. Se nos informa también, a través de esta inscripción, del nombre de los alcaldes de la ciudad, seguramente elegidos a propuesta del marqués, como era costumbre, se trata de don Lázaro Vivanco y don José Cayuela Bastida.