La Casa de Guevara o ¿Casa de las Columnas¿, es el edificio más significativo de todo el barroco civil de la ciudad. Perteneciente al Mayorazgo de los Guevara, fue construyéndose en un período largo de tiempo hasta adoptar su forma definitiva gracias a las reformas llevadas a cabo entre 1691 y 1705 por Don Juan de Guevara García de Alcaraz, Caballero de la Orden de Santiago desde 1689.

En 1691 se acaba la escalera principal y en 1694 está fechada la portada. Desconocido el nombre del tracista, aunque se han barajado los de Bussy o Caballero entre otros, lo que sí es claro es que se incorporó en ella el esquema típico de los retablos de columnas salomónicas de la época, sustituyendo las representaciones religiosas por la heráldica propia de la familia.

El patio, cuyo espacio lo forman dos arcos en cada lado del cuadrado sobre columnas de mármol blanco, contiene una decoración a base de motivos vegetales, cabecillas de niños, escudos y arquitectura simulada. Todo fue acabado en 1705 por el cantero Pedro Sánchez Fortún, que dejó su firma en la parte posterior de una de las hojas de la puerta principal.

El interior de la casa, que ha estado habitada hasta hace pocos años por Doña Concepción Sandoval, baronesa de Petrés y Mayals, quien donó el edificio a la ciudad, conserva algunos ambientes sugestivos, como el del salón amarillo o de baile, con mobiliario del XVIII -en que destaca la sillería veneciana y un gran espejo de marco tallado-, pavimento cerámico valenciano del mismo siglo, una capilla particular con una preciosa imagen de la Inmaculada de escuela granadina y unas pinturas murales de sabor ecléctico de mediados de siglo pasado.

En cuanto a mobiliario son bastante apreciables los bargueños y veladores de diferentes estilos repartidos por la casa, así como una cama de palillos torneados de estilo portugués.

Pero quizás lo más sobresaliente sea la colección de pinturas en la que merecen especial atención el gran retrato ecuestre de Don Juan de Guevara, la veintena de cuadros de Camacho Felizes, un par de representaciones de la Virgen de excepcional calidad de mano del madrileño Antolínez y del italiano Giambattista Salvi, il Sassoferrato, y una buena serie de pequeños retratos de los Madrazo y su círculo.