Situada a pocos kilómetros de Cieza, término municipal al que pertenece, y junto a la carretera que enlaza con Jumilla por el norte, se sitúa la Sierra de Ascoy. Entre esta, y la Sierra de la Pila, sobre un montículo se alzaba la Fortaleza de Ascoy, enclave del que hoy tan sólo queda parte del reducto defensivo, que ha sido reconvertido además en la actualidad en un palomar.

El paraje de Ascoy poseía un manantial de agua potable, atractivo que llamó a la creación de parcelas de cultivo, viñedos y olivos de secano.

Nos encontramos con los restos de lo que fue el torreón defensivo, un elevado torreón de doce metros de altura, de planta cuadrada, que a pesar del mal estado en el que se encuentra, conserva las saeteras. El resto está muy transformado.

Historia

Tras la conquista de los castellanos, Cieza será zona de gran importancia estratégica.

En el año 1281, el rey Alfonso X el Sabio la entrega a la Orden de Santiago, momento en el que  los habitantes abandonan el monte para instalarse en el fértil valle.

A lo largo de los siglos XIII al XV, Murcia fue región fronteriza con el reino de Granada, siendo Cieza, por cercanía, una de las  zonas  que más sufrió las correrías e incursiones de los vecinos musulmanes. Así la vida sosegada de estas zonas llanas se vio trastocada en 1477, cuando los árabes granadinos atacan por sorpresa, arrasando la población, matando y haciendo cautivos a los habitantes del lugar. Este hecho constituyó una gran tragedia para Cieza, que a partir de este momento lo recordará en el lema de su escudo, "por pasar la puente nos dieron la muerte". Tras este episodio, la población, poco a poco, se fue recuperando.

Es a mediados de este siglo XV, cuando se levanta la torre-fortaleza para defensa de los lugareños contra las razzias de los moros.

Será un labriego el que haga la petición al Maestre de Santiago Don Enrique de ocupar el paraje para hacer una ¿casa de morada fuerte¿,  para que quienes residieran o llegasen estuvieran seguros de los asaltos moriscos.

En esta época era condición, que quien quisiera mantener granjas, o huertas, alejadas de los núcleos, debía levantar construcción con gruesos torreones de defensa.

Desde ella se controlaba también las veredas ganaderas, por donde transitaban los ganados de la Mesta.