Descripción del yacimiento

Una de las peculiaridades de esta necrópolis ibérica es que su descubridor, Emeterio Cuadrado Díaz, le dedicó cuarenta años de trabajos sistemáticos, practicados entre 1948-1988, excavándola en extensión y en profundidad hasta agotar los depósitos arqueológicos en la parte del yacimiento que era de su propiedad. Este hecho le permitió delimitarla por tres de sus caras: Norte, que linda con un camino vecinal; Sur, con la vaguada que lleva a la piedra Plomera; Este, con el cantil que cae al río Mula. En esta hipotética extensión de más de 1400 m2, localizó 547 tumbas.

Queda por documentar una franja indeterminada del bancal superior, que podría alcanzar hasta los 1100 m2, situada al oeste y en cuya cima se ubica el santuario ibérico. En la actualidad se encuentra plantada con almendros. Aquí nunca se han podido practicar campañas arqueológicas científicas, puesto que se trata de una propiedad particular, siendo muy difícil estimar, por tanto, la proporción de sepulturas que restan por exhumar en esta importante estación ibérica, a lo que hay que añadir el destrozo ocasionado por las labores agrícolas realizadas a lo largo de los siglos y los continuos expolios a los que se ha visto sometida esta zona por parte de los clandestinos.

Los estudios y posteriores publicaciones de los trabajos realizados por este investigador nos han introducido en uno de los conjuntos mayores en cuanto a cultura material ibérica se refiere y, sobre todo, el tener por primera vez un amplio conocimiento de los sistemas constructivos funerarios ibéricos, ya que estableció una completa tipología de las fosas de enterramiento y de las estructuras de piedra o encachados tumulares que recubrían a la mayor parte de ellas.

Estratigrafía y superposición de tumbas

La potencia estatigráfica de este yacimiento es muy grande, llegando en algunas zonas hasta los dos metros de profundidad, a diferencia de otras necrópolis ibéricas del entorno que crecen en extensión, siendo pocas las superposiciones, o incluso inexistentes. Aquí la media de superposición de tumbas es de cuatro niveles, aunque se han podido documentar hasta ocho superposiciones distintas. Se iniciarían los enterramientos sobre terreno virgen, pero los derrumbamientos de los túmulos de adobes que remataban las tumbas propiciaron una estratigrafía de tierra sobre las que se fueron incorporando los sucesivos enterramientos más recientes. El margen cronológico oscila entre los inicios del s. IV a. C. y el s. II-I a. C, distinguiendo E. Cuadrado, en ese lapso de tiempo, dos ritos. El destructivo, empleado hasta los inicios del s. III a. C. y, a partir de esta fecha, el conservador, consistente en colocar alrededor de la urna cineraria todo el ajuar, sin destruirlo previamente.

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Necrópolis de El Cigarralejo
Vista 360º