Enrique Morente durante el homenaje recibido en el Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión
Enrique Morente durante el homenaje recibido en el Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión
JOSE ALBALADEJO

Por Pedro Fernández Riquelme

    Esta edición se abría con muchas incógnitas sobre el futuro del festival tras el cambio de gobierno en el ayuntamiento de La Unión. El nuevo equipo municipal ha decidido sabiamente mantener toda la organización y la programación diseñada desde el anterior equipo de Manuel Sanes. Después del festival se abre una nueva etapa donde se habla de fundación, cambio de estructuras y ambiciosos proyectos para el flamenco de la Región de Murcia. Estaremos atentos.Uno de los aspectos a cambiar, que sugerimos a los nuevos alcalde y concejal, es la reforma íntegra del gabinete de prensa. Funciona mal y cometen fallos gravísimos como el de informar de la muerte de Agujetas por error. No tratan por igual a todos los medios y quienes están allí no entienden de flamenco. Por el bien del festival urge cambiar esto.

    Tras la jornada inaugural con el pregón del periodista Juan Ramón Lucas y la actuación de los ganadores del año pasado, Niño de Brenes, Miguel de Tena y María Juncal, empezaron las galas propiamente dichas. Con todo el papel vendido, aunque con muchos huecos en el Mercado Público, el cordobés Julián Estrada apareció en escena junto a Manuel Silveria y un percusionista. Comenzó con unos hermosos cantes de trilla levemente aderezados con aires de martinete, para empalmar con una soleá con guitarra y percusión; para mi gusto, sobraba este último elemento. Después, unas alegrías dedicadas a Chano Lobato, homenajeado este año. Las interpretó muy bien y eso que no es su palo "fuerte". Sí lo son los demás palos a compás como los tangos, que acompañados de piano eléctrico, sumaron un compás extraordinario. Malagueña del Mellizo con abandolaos, donde de nuevo se hizo acompañar del piano. Este instrumento les pudo resultar raro a algunos aficionados. Creo que Estrada fue valiente en incorporarlo a su cuadro, aunque no siempre maridaba bien con la guitarra. De hecho, la famosa milonga-vidalita de su primer disco quedó un tanto deslucida a causa del piano. Al estar en La Unión, no podía dejar de interpretar cantes mineros: minera, cartagenera y taranta de la Gabriela. Los tres bien ejecutados. Remató con una serie de fandangos fuera de micrófono. Estrada completó una buena actuación, superior a la de hace tres años en este mismo escenario. Suena a sí mismo y ha mejorado en que ahora pelea más con su cante. Son dos factores que le hacen merecedor de nuestra admiración.

    El espectáculo de la gaditana Sara Baras llamado Sabores ha recorrido todo el mundo. A Murcia ya lo ha traído anteriormente. Ha sido reseñado en docenas de ocasiones y poco más me queda por añadir. La famosa bailaora ofrece un espectáculo para todos los públicos, donde el peso recae en la compañía y en las breves estampas que ella dibuja, muy efectistas pero poco jondas. Un flamenco fácilmente digerible que gusta a la mayoría del respetable. Ella y José Mercé vienen, quizá, con demasiada frecuencia a La Unión.

    En el trasnoche realizado en la plaza del Mercado, Rocío Segura deleitó a un numeroso público que esperó hasta las tres de la madrugada para verla. No es fácil aguantar de pie, en perfectas condiciones y, además, con un sector del público hablando y bebiendo en cantidades astronómicas. Ella lo solventó con arte y profesionalidad. Posee un torrente de voz que, cuando logra controlarlo, resulta hermoso y flamenco. Ofreció tangos, minera, alegrías, granaína y media y bulerías. Rocío es una de las pocas Lámparas Mineras que no ha desaparecido del panorama flamenco. Con 27 años, aún tiene mucho que decir.

    La tercera gala nos trajo la maestría de uno de los guitarristas más destacados de la historia del flamenco: Gerardo Nuñez. El jerezano ha conseguido un status similar al de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Un puesto de privilegio basado en el talento natural, el esfuerzo personal y en la valentía de descubrir otras músicas para la guitarra flamenca. Este talento tiene la suerte de ir acompañado de una habilidad sobrenatural en sus dedos, sus punteos no son de este mundo. Estas destrezas consiguen transformar unas alegrías en una música no trillada aún. El contrabajo, con sus notas jazzísticas, es fundamental para conseguir este efecto. Nada es convencional en su toque, ni siquiera las bulerías o la soleá que bailó Carmen Cortés magistralmente. Gerardo es capaz de acompañar o ser solista con la misma brillantez y con la misma humildad. Ahí reside su grandeza. La influencia de la guitarra clásica es evidente y enriquecedora, pero lo que sorprende al público es que Nuñez sea capaz de subirla de revoluciones y aflamencarla hasta puntos difíciles de imaginar, tanto para el público de la música culta como de la popular. La voz del jerezano Jesús Méndez colma nuestros sentidos con rajo y sabiduría, a pesar de sus 22 años. Habrá que estar atentos a él.

    Luego  nos llegó un espectáculo muy deseado que se nos hizo corto: el pacense Guadiana interpretó unos tarantos con la voz algo tocada. Mejor estuvo en la soleá. Es raro verlo como cantaor solista, acostumbrados como estamos a disfrutarlo acompañando al baile a los más grandes como Canales. Posee un metal de voz único y hermoso. Después, el cante de Jerez en estado puro de la mano de Luis el Zambo, que ofreció bulerías por soleá y seguiriyas. Cantó de escándalo. El público quería más. Solo salieron juntos ambos cantaores para ofrecernos unas bulerías. Estuvieron acompañados al toque por un joven revolucionario de la guitarra jerezana: Diego de Morao, hijo de Moraíto Chico. Tiene enormes facultades pero a veces se despista y toca para él en vez de estar más atento al cantaor. Se le pasará con el tiempo.

    La segunda parte estuvo protagonizada por El Cabrero. A pesar de que  sus detractores le dan por acabado, el sevillano cuajó una estupenda actuación, de las mejores que le he visto, entregado y fino de voz. Es cierto que su época de gloria ya pasó pero sigue cantando con honestidad y comprometido con su realidad: malagueña con verdiales, fandangos, soleares, tonás, con coplas de admiración. Un placer verlo siempre. Además, en Murcia tiene una legión de seguidores y una peña con su nombre.

    Y llegó la gala más esperada por los que amamos el flamenco libre. Los dos artistas más vanguardistas del cante y del baile juntos una misma noche. Entre el público era fácil notar a sus admiradores y a los que se aburren con ellos. Yo comprendo que no es fácil entender los conceptos de ambos artistas, pero el genio está ahí: se ve, se respira, se intuye...eso no se puede negar fácilmente. Comenzó el bailaor Israel Galván con su espectáculo La Edad de Oro, menos atrevido que su Arena, pero igual de vanguardista. Israel está en busca de su propio lenguaje expresivo, aún es muy joven para lograr que lo que piensa se plasme en su arte, pues no es fácil su empresa. Se habla de la deconstrucción del baile flamenco, de la imaginación del artista, del futuro...pero aún se está en proceso de construir algo verdaderamente grande. El sevillano siempre impresiona pero no siempre emociona. En encontrar un equilibrio entre ambos ejes está la clave. Algunos palos los deconstruye de forma brillante como los tientos-tangos pero en otros sus movimientos no guardan coherencia con el palo y la copla que se está interpretando; quizá eso es lo que busca pero no lo transmite, al menos a mi modo de entender. Decía Bertold Bretch que el espectador no debía involucrarse emocionalmente en la obra sino intelectualmente, Israel a veces lo consigue con unas formas de distanciamiento basadas en el mimo, en la comicidad, incluso en lo circense. Tiene las condiciones para revolucionar y lo está consiguiendo. Veremos en sus próximos trabajos si encuentra el lenguaje corporal adecuado a lo que quiere expresar. Esta noche gustó mucho a unos, sorprendió a otros y un pequeño sector no se explicaba que un artista con sus atrevimientos viniera a La Unión. Por "suerte" para ellos, Terremoto hijo y Alfredo Lagos les pusieron el vello de punta con soleares, fandangos, tarantos....

    Y cerró la noche, mi ídolo indiscutible: Enrique Morente. Empezando así una crónica parece que está ya todo dicho, pues no. Hubo elementos positivos y otros no tanto. Morente forma parte de mi vida. De adolescente, mi discoteca flamenca la formaban, sobre todo, Lole y Manuel, Camarón y el granadino. Me hizo amar el flamenco y disfrutar como nunca. Despegando, Cruz y Luna, Omega... acercaron a muchos jóvenes al flamenco, cuando de otra forma y con otros artistas hubiera sido imposible. Y él solo los hizo por necesidad artística y vital. Son obras insuperables.

    Su actuación fue irregular pero magistral y mágica por momentos. Hace tres años, en su homenaje, cantó mucho más cómodo, pero no se puede cantar mejor por seguiriyas, ni reinventar las alegrías de otra forma, ni cantar a Machado, Lorca o Alberti con la personalidad que él lo hace. Único para todo, incluso para sonreír cuando el sonido falla de forma clamorosa e inexplicable. Eso pudo descentrarle en los tangos. También estuvo algo frío en la soleá. Pero abrió con sones religiosos, desde el fondo del escenario, que se convirtieron en unas bulerías jerezanas "sacras", casi ininteligibles, y cerró del mismo modo por tonás. Su cante ha evolucionado de tal manera que Morente no está sujeto al compás, su guitarrista y su percusionista tocan para él nada más. Se puede recrear en un mismo melisma infinito tiempo, puede susurrar cuando quiere, aunque el canon diga que hay que cantar ese tercio en tono alto. Es Morente y puede hacer lo que quiera, porque cuando está inspirado es capaz de cantar una malagueña con abandolaos de una forma tan emotiva e irrepetible como anoche, aunque muchos no se emocionaran. No es un cantaor que canta fandangos para levantar al público de sus asientos. Está por encima de eso; es el Borges del flamenco, lo mira desde fuera y lo reinventa, no para que lo quieran sino por pura necesidad intelectual. Y consigue que muchos nos emocionemos con su arte.  Alguien del público gritó:" Enrique, eres mejor que el que lo inventó". Olé.

    Hacía tiempo que el festival no programaba una gala tan larga: cinco artistas con ganas de explayarse con su arte cerrarían las jornadas dedicadas  a las galas dejando paso a lo verdaderamente importante: el concurso. La velada se hizo demasiado extensa cuando el homenajeado debería haber dispuesto de más tiempo para hacer lo que quisiera. El respetable aguantó para ver al Capullo de Jerez, último en actuar. Comenzó Esperanza Fernández, acompañada al toque por Miguel Ángel Cortés, con cantes abandolaos, incluyendo un pequeño homenaje a Antonio Piñana. Luego quiso cambiar el tercio con una farruca. No estuvo muy inspirada y, al igual que con la seguiriya posterior, no se entendió muy bien con Cortés, que le marcaba el tono apropiado. Y es extraño tratándose de dos artistas de alto nivel. Estuvo más centrada en la seguiriya, pero donde de verdad gustó fue cuando se desmelenó con los cantes a compás: tangos de Triana y bulerías, incluso marcándose una pataítas. Ella posee una voz preciosa y es valiente, esperemos que se encuentre más a gusto la próxima vez.

    El maestro del compás, Chano Lobato no vino a recibir simplemente el galardón, cantó como si tuviera que ganarlo, acompañado de Antonio Carrión al toque. Hacía años que no cantaba tan bien el genio gaditano. Una soleá con 80 años no puede sonar tan bien como la que interpretó en la Unión, parecía rejuvenecido. Cantó mucho y habló poco: tangos, bulerías clásicas y con cuplés...Un merecidísimo homenaje a uno de los pocos mitos vivos del flamenco.

    Salió El Pele, acompañado al toque por el excelente tocaor Niño de Pura, con ganas de agradar y bien que lo hizo.  Desde que se publicó su obra Canto volvió a la vanguardia del cante ofreciendo unas actuaciones repletas de entusiasmo. En La Unión interpretó las zambras de Caracol como solo él sabe cantarlas, jondo, apasionado, con una lírica de lo terrible que pone el vello de punta.  Después, su actuación basculó entre lo genial y lo anárquico, como es de esperar de un artista de su personalidad. Cuando logra controlar el torrente de su voz y se centra nos ofrece unas soleares, unos tarantos y unas seguiriyas para recordar emocionados, doliente, entregado, quejándose de forma sobrenatural; cuando no lo consigue, ofrece unas malagueñas y unas alegrías donde predomina el grito. Aún así, nos gustó mucho el cordobés. Está en un gran momento.

    El bailaor granadino Manuel Liñán es una de las esperanzas del baile flamenco masculino. Así lo demostró en una soleá en la que introduce novedosos e interesantes conceptos dancísticos. Aún debe encontrar su sitio e insisto en esto último después observar las partes a compás, de las que esperaba más.

    Y a las tres de la mañana apareció el Capullo en escena, con Jerito y tres palmeros, cuando estábamos todos cansados. Comenzó con unas aburridas soleares de ocho minutos. No me lo explico. Mucha gente se levantó de su asiento buscando la cama. Después ofreció su habitual repertorio de bulerías, fandangos y demás, pletórico de compás y haciendo las delicias de sus seguidores que lo habían hecho firmar autógrafos por toda La Unión.