Free cookie consent management tool by TermsFeed Entrevista a Antonio Fernández - Región de Murcia Digital
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Entrevista a Antonio Fernández

Entrevista a Antonio Fernández

Antonio Fernández
Antonio Fernández

     Nos recibe Antonio Fernández amablemente en su vivienda de La Unión para compartir con nosotros un paseo sosegado por la arboleda de sus recuerdos. Lo primero que vemos es una fotografia enmarcada en la que observamos a Antonio junto a otro Antonio, el de Mairena; para Fernández el mejor cantaor de todos los tiempos. Fue tomada después de una actuación en La Carroza, una sala de fiestas ya desaparecida de la ciudad minera, en la que también tomó parte Paco de Lucia, quien aparece en otras fotos.

    Después marcharon al salón parroquial a continuar la marcha con Curro Mairena y Alfredo Arrebola entre otros. Allí acompañó a don Antonio Mairena hasta las seis de la madrugá. El maestro de Mairena del Alcor, de trato fácil y agradable, le dijo a nuestro guitarrista cuando lo vió por primera vez: "tienes un color muy flamenco", referido al moreno de su tez gitana.

    En el album, que contiene su trayectoria artística, vemos además en otras instantáneas a Curro Romero, Paco Rabal, Antonio Ferrándis, Carmen Sevilla, Sancho Gracia y Rocio Jurado que se abraza cariñosamente con Encarna. Comenta Antonio que la Jurado cantaba hasta tonás,"que es lo más antiguo del flamenco".

   Antonio Fernández Fernández se acomoda en su sillón y me cuenta que nació en la provincia de Alicante, "como El Rojo", un 10 de enero de 1926. Se crió en Orihuela y su hija Encarna nació en Torrevieja, porque "corriamos los pueblos vendiendo género, ropa a domicilio". Su padre fue domador de caballos, así como sus hermanos mayores, tios y abuelos, "porque antes la gente utilizaba los caballos tirando de carruajes".

    Todos ellos buenos flamencos, precisamente por su tia Aurora Fernández, hermana de su padre, conoció el cante de la madrugá, la levantica y la murciana, estilos que ella  a su vez aprendió en su juventud durante una estancia en La Unión. Aurora falleció con 112 años. Los cantes anteriormente citados se los enseñó Antonio a su Encarna, grabándolos ésta con su especial jondura y garra expresiva, aunque algunos flamencólogos unionenses no le dejaron poner cante de la madrugá en el disco, sino cante viejo minero. Su padre y sus tios eran guitarristas aficionados, "mi padre murió cuando yo tenía ocho años y me dejó la guitarra, aunque mi madre no quería que la tocara. No eran profesionales porque entonces no se apreciaba el cante y menos en Alicante. Yo tocaba pa mi. Por eso me vine aquí". Apuntamos aquí nosotros que frutos actuales de su parantela son sus sobrinos Antonio Fernández "El Torero", en la guitarra, y "El Chiquitín", en el cante.

    Precisamente "El Chiquitín" estuvo cantando recientemente por soleá, bulerias, fandangos, tangos, tientos en la celebración del bautizo de una bisnieta del patriarca de la guitarra unionense. Aunque al comienzo se arrancaran los más jóvenes con rumbas, pero eso no es flamenco para Antonio. De cualquier forma nos resulta satisfactorio que los gitanos no pierdan del todo sus tradiciones cantaoras en sus espacios de sociabilidad más genuinos como resultan ser las fiestas familiares.

   El veterano guitarrista continúa desgranando vivencias del pasado y nos comenta que estuvo en Cartagena por motivos profesionales, pero que en el año 1950 llega por primera vez a la ciudad minera y cantaora: "Corrí esto vendiendo género y en las tabernas me agradó el cante y el compadreo de los mineros. A esta tierra me vengo a vivir". De Cartagena conocía a los cantaores aficionados Roque "el de las máquinas", "El Rampa", Antonio Piñana y "El Chito", que tenía una bodega frente al parque de Artillería. En La Unión trabó amistad con su inseparable Pencho Cros, "como hermanos somos", Antonio Martínez, Paco Guerrero, y los mineros andaluces Diego "El Sevillano" y Antonio "El Granaíno". Siempre había un bar abierto: cerraba uno, abría otro. Tan es así que cuando contaban unos cincuenta años Pencho Cros le confesó a Antonio: "La noche la hemos hecho día, no tenemos cincuenta, cien años tenemos". En ese tiempo primero de residencia unionense "lo que más se cantaban eran los fandangos mineros; tarantas y cartageneras poco".

   Subiendo al antiguo mercado, sede actual del Festival, a la derecha se ubicaba el ventorrillo de la tía Pelailla, donde se emborrachaban y cantaban los mineros porque "un día ha pasao". Mineros cantaores eran "El Lindes", "El Gila" y Eleuterio Andreu, éste último el mejor de La Unión, junto con Pencho, que no fue minero, "aunque su padre tuvo un lavaderico de mineral". Se contaba por entonces una historia que me narra nuestro amable contertulio: <En aquel tiempo usaban gorra, sombrero y blusa. Un minero estuvo fuera de su casa toa la noche. Volvió a la casa, dejó la gorra y cogió el sombrero y su mujer lo estuvo insultando, diciendole que si se iba otra vez no volviera más. El caso es que se fué y volvió a los dos días. Al llegar le dijo a la mujer: "¿Cojo la gorra?". Y ella le dijo: "Anda, pasa y siéntate". Así eran los mineros, muy bragaos y juerguistas> Otros bares y lugares de encuentro para los cabales eran "El Lucio", Paco Anselma, Juan Balsalobre, la bodega Lloret, el bar de la Sabina.

 

 Llegó un sargento de la Guardia Civil que prohibió el cante a partir de las doce de la noche y a veces antes de las doce. Añade Antonio que estuvo en la Legión, lo que ayudaría a explicar aún más su severidad. Un tal Juan López formó una compañía artística cuyo espectáculo se llamó  "Soleá", con Antonio, un cuñado y dos sobrinas que bailaban y cantaban, Alfonso Paredes "Niño Alfonso", Diego Arenas, un cantaor que se hacía llamar Angelillo y Mariano Fernández, guitarrista de La Unión. Recorrieron la comarca cartagenera y parte de la provincia, "yo tocando y cantando, porque he cantao por soleá, siguiriya, bulerías, tientos, alegrías, y los cantes mineros menos. Metí a Encarna con seis añicos, pa hacer gracia. Nos despedimos en una actuación en La Unión, porque me costaba los cuartos". Eran los tiempos de la "opera flamenca". Perdió la voz al beber el líquido sobrante de unos michirones en un bar de El Algar, lo que certificó un aficionado a los trovos con esta copla:   "Por una sopa picante/ el cante perdió su voz/ más flamenca y con talante./ Pero queda Pencho Cros/ que es su compadre en el cante"

   Otro testimonio de Fernández: "cuando ya se llevaban algunas ediciones del Festival vino el hijo de "El Rojo, El Alpargatero", a explicar cuatro o cinco estilos de mineras(la del puente, la del talego...) en la Rosaleda, una glorieta cerca de la iglesia, sentaos en las mesas de un kiosko donde se despachaban bebidas al aire libre. Estabamos yo, Pencho, Alfonso Paredes y Eleuterio de La Unión. Y de Cartagena  Miguel Caparrós, "El Macareno", "El Rampa", Vizcaíno, Antonio Piñana, "Farina", y otro que cantaba por Marchena del barrio de Santa Lucía. En Santa Lucía había bastantes." Ante mi pregunta insiste que Antonio Grau Dauset las llamaba mineras, nunca tarantillas.

   En los primeros años los concursantes "venían verdes", salvo excepciones como Canalejas, Fosforito, Ceperito, Manolo Fregenal o Barbate. Serán los años 70 la mejor época, sobre todo con la irrupción de Luis de Córdoba. Después han demostrado su gran valía Miguel Poveda, y algunos artistas que recibieron su magisterio como Mayte Martín, GinesaOrtega, "El Rampa" nieto, "El Camionero". Pero sigue faltando más formación en nuestros cantes mineros, aún reconociendo que muchos jóvenes los canten mejor ahora que se han cantado anteriormente. Como guitarrista oficial del Festival ha sumado treinta años de oficio ininterrumpido, después heredado por su vástago Rosendo. Apunta entre sonrisas, que la Sallago concursaba en una primera y maratoniana ronda eliminatoria, en la que él acompañaba a treinta y cinco aspirantes. Los presentadores José Luis Uribarri y Pilar Cañada comentaban ante el micrófono: "Antonio, no te vayas". Pues bien, la Sallago le acercó un botellín de Coca-Cola: "toma Antonio, refrescate y coge fuerzas". Ni corto, ni perezoso "le tiré un trago largo, pero era coñá. Yo le dije: ¡Ay verduga, que me has matao! Pero terminé bien mi trabajo". Comienza la urbanización de La Manga, el desarrollismo español explota las posibilidades turísticas de nuestro sol, nuestras playas y nuestro flamenco. Antonio "se saca sus buenas perricas" de la mano de la familia Maestre, entre otros locales en el tablao "La pandereta" del hotel Entremares, junto a sus hijas, que formarán el duo Encarni y Bárbara, Miguel Caparrós y el tocaor Mariano Fernández. Le ofrecieron a él y a Pencho Cros gestionarlo, pero declinaron la oferta, porque "no eramos pillos".

   A consecuencia del festival se constituyen los aficionados en peñas para mantener una actividad continuada durante todo el año: Peña Pepe Marchena, Peña Rojo el Alpargatero, Peña Flamenca de La Unión, Peña mina La Palmera. Aunque a la hora de la verdad, y por falta de presupuesto, no se haga mucho, aunque buenos artistas hayan pasado como Nano de Jerez,

Calixto Sánchez o Gabriel Moreno.

 Lamenta que no se desarrollen labores de difusión del cante entre los más jóvenes y  un plan de formación de futuros artistas. Ahora mismo en la mítica ciudad minera y cantaora sólo canta su nieto Pedro Fernández, hijo de Rosendo y acompaña a la guitarra su otro nieto Antonio Muñoz Fernández, hijo de Encarna. Aunque él ha enseñado a todos sus nietos, que algunos son. Él mismo tomó parte en aquella campaña de difusión del flamenco entre escolares que capitaneó Adorna, aunque apenas fueron tres sesiones, dos en La Unión y una en Roche, que Antonio recuerde. Una golondrina no hace primavera. Y si no se siembra...

José Sánchez Conesa