Las Armas Íberas. Ofensivas
El historiador romano del siglo I Estrabón quedó impresionado del ardor guerrero de los íberos y nos narra cómo luchaban: "al modo de bandoleros, armados con jabalina, honda y espada. Llegando a montar dos en el mismo caballo". Las armas ofensivas pueden dividirse, a su vez, en dos grupos funcionales: las armas de lucha cuerpo a cuerpo y las armas arrojadizas. Entre las primeras destaca la falcata, sin duda el arma más conocida y la más temida de la panoplia ibérica; era una espada hecha de hierro, que se reproduce constantemente en el arte ibérico, y de la cual se conservan muchos ejemplares como ajuar de las tumbas de los guerreros a quien acompañaban en su 'otra vida'. Además de las falcatas se conservan puñales, cuchillos afalcatados y espadas cortas (gladium hispanicum), adoptadas por las legiones romanas por su manejabilidad y gran efectividad.
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Entre las armas arrojadizas destaca el soliferrum, arma arrojadiza de gran peso (estaba completamente hecha de hierro), también hallada en contextos funerarios. Las tumbas también han desvelado la presencia de lanzas, con regatón acabado en punta y podían ser utilizados sus dos extremos indistintamente. No se conservan arcos, pero debieron existir, ya que se han hallado multitud de puntas de flecha con pedúnculo y aletas (así como formas más simples) que, aparte de la guerra, tendrían también utilidad para la caza. Existían también faláricas, armas arrojadizas en hierro, a las que se prendía fuego a la punta y podía atravesar la armadura enemiga y provocaban el pánico por la presencia del fuego. Finalmente, conocemos su destreza en el uso de ondas, en el Museo Arqueológico de Cehegín se pueden contemplar glandes de plomo (balas de onda) y puntas de flecha, procedentes de Begastri, el Morro de la Cerámica y el Cabezo de San Agustín. |
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