Las cerámicas campanienses, así denominadas porque su producción se centró especialmente en la zona itálica de Campania, dominan en época republicana con su estética negra, heredera de las cerámicas áticas. Su amplia aceptación dio lugar a multitud de productos de imitación. Dentro de la etapa tardorrepublicana también hay que destacar las cerámicas helenísticas, que dejan constancia de la estrecha vinculación del puerto cartagenero con las regiones del Mediterráneo Oriental. Así, en la ciudad se documentan lagynoi de engobe blanco o cerámicas de relieves tipo megara, ambas del siglo II a.C.

   Con el paso del tiempo irrumpe en los mercados itálicos la cerámica denominada sigillata, inicialmente fabricada en las alfarerías de Arezzo (Toscana, Italia) entre los años 25 a.C. y 20 d.C., de ahí que se conozca como terra sigillata aretina. El nombre de la producción también deriva del hecho de que en sus vasos cerámicos solían figurar unas marcas o sellos (sigilla), en los que se especificaba el nombre del taller alfarero (figlina), donde se había confeccionado la pieza.

   Todas ellas presentan una pasta rojiza depurada, sin apenas inclusiones, con envases lisos o con decoración a molde. Caracterizadas por un barniz rojo, que con el tiempo cambiará de tonalidad o espesor, entre otros rasgos, su repertorio funcional, su valor estético o sus propiedades, con una superficie antiadherente propicia para la contención de alimentos, favoreció su expansión y producción en otras áreas geográficas. Así, también se instalarán centros alfareros en el sur de las Galias, donde se fabricaron tipos cerámicos similares a los aretinos, englobados en la producción conocida como terra sigillata sudgálica. Dichos talleres tendrán a partir del 20 d.C. una enorme difusión, destacando el foco productivo de La Graufusenque, que con sus productos inunda los mercados mediterráneos entre la segunda mitad del siglo I d.C. hasta el siglo II d.C.

   La misma Hispania se hace eco de esta moda, con la denominada terra sigillata hispánica, manufacturada desde mediados del siglo I d.C. hasta época bajoimperial. Dentro de este grupo también llegan al puerto cartagenero producciones singulares como la denominada terra sigillata marmorata (40-70 d.C.) caracterizada porque su superficie, a diferencia de las restantes producciones, trata de imitar el veteado del mármol.

   Junto a esta producción cabe destacar el papel de las cerámicas de paredes finas, así denominadas por el escaso grosor de sus paredes, reservadas para la producción, sobre todo de cubiletes, boles o tazas, y decoradas especialmente con barbotina, uno de sus focos de producción se estableció en la Bética, estando caracterizado por el aspecto terroso de su superficie y engobe anaranjado. En la línea de estas producciones se persiguió un mayor refinamiento con producciones de paredes totalmente sutiles, englobadas en las denominadas cerámicas de cáscara de huevo. También una producción escasa es la cerámica vidriada, cuya técnica arranca de tradiciones alfareras orientales, donde se trabaja con el vedrío de las superficies.

   Muestra del cosmopolitismo del puerto de cartagenero es la llegada de producciones con escasa difusión en Occidente, del tipo de la cerámica corintia romana, fabricada en Corinto durante la segunda mitad del siglo II d.C. y último tercio del siglo III d.C. Se trata de producciones hechas a molde, normalmente decoradas con escenas de batallas, de cacería, los trabajos de Hércules o representaciones rituales. En esta última fecha, el desarrollo que experimenta África se deja notar también en el panorama cerámico, de tal forma que en la zona tunecina se producirá una terra sigillata africana, caracterizada por su barniz anaranjado, y sus diferencias técnicas y estéticas respecto a los otros grupos. Dicha producción, con sus distintas variantes (A, C y D), se prolongará hasta el siglo VII d.C.